Conocí
a un pseudo filosofo callejero que alguna vez, al reflexionar sobre
el alcance de la prensa, dijo que lo bueno de la utilidad de los
periódicos era que servían lo mismo para tumbar un gobierno que
para envolver una libras de boniatos.
Y
pensándolo bien, no le faltaba razón, porque la influencia de los
periódicos siempre ha sido notoria en una escalada que va desde lo
sublime a lo ridículo.
Ahora
deseo llevarles a un tema atractivo. A lo largo de años he estado
vinculado en alguna manera con el intercambio de correspondencia con
los lectores y así hemos pasado la mas de las veces como confesores,
confidente y hasta orientadores públicos en ese o aquel dilema en
estas historias cotidianas de días como hoy.
Nuestra
profesión, en este estilo de ti para mi donde abundan las cartas,
llamadas telefónicas, entrevistas personales, largas antesalas,
puertas que apenas se nos abren (algunas no se abren para nada) nos
ha permitido conocer miríadas de personalidades y personajes en sus
diferentes diseños. Algunos como son en realidad. Otros como desean
hacernos creer que son. Unos cordiales y otros hipócritas en una
galería de géneros, porque los hay vulnerables, desprotegidos,
optimistas y agradecidos. Gente noble y creyente. Pero los hay
latosos, ampulosos, pillos y por supuesto, no pocos oportunistas
profesionales. Ya se sabe. Nadie es perfecto.
Convivimos
con la multitud cotidiana que en la calle lucha en su forma y manera
con todos sus destinos. Bueno o malos. Mejores o peores. Y cuyo
pulsar llega a las páginas del periódico cuando se siente
atropellado o se estima agredido y violado sus derechos. Esas son las
relaciones que hemos ido perfeccionando con una forma de hacer y
decir que a ratos nos obliga a transitar por las siete aguas
calientes y de donde enfrentamos esas relaciones publicas de útil
bien publico.
Desde
hace años, pues, el periódico en particular y la prensa en general,
bate un ajiaco de quejas y reclamos por parte de la población que
está en una acera, y que recibe respuestas y explicaciones que
llegan desde el otro lado de la calle. No debería de extrañarnos
esa interrelación, púes es la propia coloratura que pulsamos en la
calle.
Con
el ejercicio de la profesión observo que con los años estas
relaciones de la prensa con el publico se transforman. En la
población se está generando una cierta cultura “periodística”
donde el criollo de a pie ha detectado que muchos y una buena parte
de sus problemas pueden ser solucionados desde las páginas de un
periódico y no desde una determinada oficina burocrática de
atención a la población e incluso ni desde sus asambleas de
rendición de cuenta.
Quiero
decir con esto, que en lo actual existe una mayor confianza de
solución en las gestiones realizadas a través de la prensa que
desde el despacho de un funcionario publico.
Ello
se registra no solo en el numero de personas que abordan cada día
los medios de comunicación para exponer sus denuncias y criterios,
sino en los termas tratados, pues si en un principio la mira se
encaminaba hacia asuntos vinculados con recogida de basura,
alcantarillas tupidas o calles y caminos en mal estado, ahora hay
temas a pensar relacionados con aspectos legales de tierras en
disputa, desavenencias por viviendas, inconformidades jurídicas y
hasta escamoteo de herencias. Se desentierran situaciones añejas,
problemas comunitarios que por su antigüedad en los reclamos pueden
ser nominados como patrimonio de nuestra humanidad.
Usted
puede fácilmente interpretar que cuando la población toca esos
aspectos tan complejos en sus llamados de socorro y orientación es
porque en el otro cielo de mas arriba hay mecanismos obstruidos y
adulterados debido a espacios ocupados por la incompetencia y el
compadreo.
Y
tanto es así, que cogidos in fraganti, hay respuestas desvergonzadas
que no dicen nada, como no sea justificar y explicar lo que no tiene
explicación y que se conoce solo porque lo publicó la prensa, pues
de lo contrario todo hubiera quedado en los entre despachos de las
dependencias y las administraciones burladoras de la ley y protegidas
por otras “leyes” de ese sociolismo rampante que se mueven entre
telones.
Los
resultados del VIII Congreso del PCC ofrecen un buen espacio no solo
para la reflexión, en sus resultados y documentos hay sobradas armas
para enderezar el timón. Por supuesto que en este pueblo
polivalente que somos esa tarea no es solo de los comunistas, es la
de todos los revolucionarios y aun de los menos revolucionarios. De
el conjunto de aquellos que contamos con este necesario sentido
equilibrado de la justicia y la identidad del entorno social.
Necesitamos que las cosas se hagan como tienen que hacerse. Por
supuesto que la prensa reconoce en esta batalla cotidiana cuanto
peligro acecha en estos giros de la burocracia y el cabildeo. Nos lo
esta alertando el pueblo en mucha de su dolida correspondencia. Se
esta adivinando en no pocas respuestas resbalosas e esos reclamos.
El
periódico, ya lo dijo el filosofo, no solo se hace para envolver una
libra de boniatos.
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