Hace
poco vi por la televisión la película Hara Kiri, clásico del cine
japonés de la autoría de Masaki Kabayashi, premio especial del
festival de Cannes 1963. En esa época aquella película fue una
revelación en la avalancha de filmes de samurais, kendos, katanas y
ninjas que invadió nuestro país, con Toshiro Mifume a la cabeza.
Pero
ese cine no solo nos enseñó la turbulenta historia feudal del Japón
milenario, sino que nos dejó de golilla el vocablo hara kiri
como santo y seña del honor lavado con sangre.
Póngámonos
en situación. Por los iguales motivos por los que un argentino
hubiera escrito un tango o un criollo formado una bronca de solar,
no había samurai, shogun o funcionario público que no fuera capaz,
para reinvindicar la honra perdida, la palabra empeñada, el error
cometido o el honor comprometido que en ceremonia pública o privada,
y como la cosa más natural del mundo, quedarse definitivamente
muerto con un sencillo corte de su pequeña espada
Por
lo que sé, imagino que el país que más aporte hizo al hara
kiri, aparte de Japón, fue Cuba, sumándole acá modernas técnica
por cierto, menos sangrientas pero más substanciosas, incluyendo
escenas de actuación que ya hubiera querido Vicente Revuelta para un
día de fiesta.
El
drama comienza cuando al samurai funcionario le avisan de que en la
próxima reunión del shogun le van a moler los huesos.
Riptus
amargo. Cara de preocupación extrema. Pide la palabra y saca la
espada para vindicar la metedura de pata.
Compañeros,
comienza diciendo, tengo que reconocer que fallé. He cometido
errores (movimiento lateral de esquiva) . De verdad, por mi madre
(movimiento maestro de bandoneón sentimental) es cierto que las
dificultades por el bloqueo (pase magistral de bola) originó que no
se entregara la infomación a tiempo, que las cifras no coincidieran,
que lo del carro e n la playa no es así como se dice. Que la
envidia. Que hay que ver como me he desgastado por años para servir
al pueblo...... (y así le vas echando la culpa a la crisis de los
misiles, a los talibanes, a los monos sueltos en el zoológico de La
Habana, en fin...)
Y
entonces el golpe de muerte. Se hace el hara kiri de golpe.
Dice que no tiene excusa lo que ha hecho. Que el desvío de recursos
en la empresa no es lo que piensan. No señor. Que el aire
acondicionado perdido, por ejemplo, no está perdido, sino en la casa
de Cuquita, esa pobre muchacha secretaria que con sus 25 añitos y
sola. Eso es compañeros parte de nuestra política de atención al
trabajador. (Buen intento para defender la posición) Pero que jura
por su madre (como si en verdad la tuviera) que eso no volverá a
pasar nunca jamás.Y que lo hecho no tiene justificación y que está
dispuesto a enfrentar cualquier sansión. He dicho. (estocada hasta
el fondo)
Se
hace el silencio en la sala. Hay tanto dolor en su rostro que coge a
la gente movida. Los militantes del sociolismo que nos han enredado
la vida con o sinqueriendo le tiran una tohalla.Y a partir de allí
le dan otro nuevo chance. Para que le sirva de experiencia. Lo
promueven. Lo envían con igual o parecido cargo a la empresa vecina.
Donde también hay un carro, una secretaria y una oficina con aire
acondicionado y por supuesto, para que siga haciendo lo mismo hasta
el siguiente hara kiri.
Con
el suicidio japonés se recoge el cadáver del samurai y se le
entierra luego del honor rescatado a costa de su vida. Nuestro hara
kiri deja intacto al personaje sin que pierda la vergüenza que
nunca ha tenido.
Por
eso nuestro samurai funcionario es más sabroso y sabichoso que Sato
Ichi. Aquí no hay cadáveres, pero sí personajes saltando de uno a
otro lugar como un juego de dama china sin que le llegue el réquiem
definitivo mientras arrastran tropiezos, negligencias, abuso de poder
y extendiendo la corrupción como mancha de aceite en el mar. No
importa que en una asamblea se alcen una o dos manos para advertir y
exponer criterios ante la figura del corrupto.
La casta de los
samurais funcionarios y shogunes dispuestos siempre al hara kiri,
es fuerte, poderosa y protegida. Hay que ver como se ha
ramificado esa cofradía que es mucho más fuerte, unida y
clandestina de lo que usted imagina. A pesar de eso tengo absoluta fe
en que alguna vez les llegara el Amagedón. Pero a como veo las
cosas, no parece que será por ahora.
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