Hace
muy poco en mis andanzas por bibliotecas, al voltear páginas de
viejos diarios encontré un articulo titulado La
calle, el monstruo moderno,
redactado hace mas de medio siglo por un conocido periodista de la
época. Nada extraño si se tiene en cuenta que en días como hoy
otros colegas abordan a su forma y manera el igual tema citadino.
De
una a otra época y saltando distancias muchos pasajes resultan tan
actuales como el pan nuestro de cada día, de allí que sobre las
mismas calles, aceras y esquinas, y a pesar de todo, hoy somos
iguales, pero diferentes.
La
realidad es que de la influencia de la calle nadie escapa, por
necesidad material y espiritual de la vida en la calle pasamos una
gran parte del tiempo. En ella se pierde la convivencia privada para
para convertir esa comunidad en libre espacio de la concurrencia del
tumulto. La calle siempre es dura de presencia y alma, porque en ella
perviven las luces y las sombras de quienes por ella transitan.
La
calle es la eterna arena pública donde lidian sin descanso los
ululantes espíritus del egoísmos, bondades, ambiciones y despiadada
indiferencia. Soberbia de unos e hipocresía de otros. La calle es el
magnifico escenario donde todas las generaciones, transitan
agobiados u optimistas, triunfantes o humillados. Muchas veces usted
o yo soñamos con nuestras calles ideales. Aquellas de los amigos de
la esquina y la luz de la novia bajo el portal. En esas aceras y
aquellos zaguanes se diluyeron el principio y fin de ese universo que
hoy solo existe en nuestra imaginación.
La
calle absorbe a todas las profesiones, sexos, colores,
ideales,religiones. La calle es la verdadera arca de Noé de la
humanidad. Sobre ella han navegado y navegan los hijos y los padres,
y aun a los padres de los padres en una conjugación se impone la
libre determinación. Donde el espacio se pide o se toma por la
fuerza. O cedes el paso o te lo quitan.
La
calle es el mundo por donde se mueve el caminante. Víctimas todos de
la incultura vial en una sinfonía de chirridos, tornillos y voces
que se pierden entre las paredes y los caminantes. Musica de concreto
y asfalto que ni siquiera tiene compasión para la sombra del perro
perdido en la mas terrible de todas las angustias, la soledad y la
indiferencia a la vista de miles. Esa es la única advertencia que
nos hace el espíritu callejero; nadie que se pierda en ella tiene
salvación.
La
calle es como la misma existencia humana por donde pasa el tiempo de
la humanidades con amores y desamores en una vía que conforma
nuestros pasos. La calle siempre es difícil para quien busca
respuestas, para definir el porque se violan tus derecho ciudadano a
ser bien tratado, a recibir los buenos días o que te pidan permiso
al pasar a tu lado. Y todo es mas difícil aun de comprender cuando
descubres lo anodino de las tantas leyes, reglamentos y normas
colegiadas parece, para tener el gusto de violarlas. Lugar donde cada
cual cree que es suyo el espacio publico y donde la cultura transita
en chancletas y la educación del individuo pacotilla
inútil
La
medula de aquel articulo periodístico de hace cincuenta años en lo
sustantivo no ha cambiado. Unos personajes han desaparecido, pero
otros se han multiplicados. Algunas imágenes se han borrado para
bien, pero otras sombras han crecido para mal. En cincuenta años
nuestra ciudad es la misma pero nosotros no. ¿Hasta cuándo seremos
iguales?
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