Las
Tres Banderas ya no existe. Se desplomó con todos sus inframundos de
ecos y sombras varados en aquella desesperanza burladora de la
repetida historia de que a lo mejor para el año que viene....
A
Las Tres Banderas se entraba como quien llegaba a la ultima estación
de la vida. Los perdedores y los desamparados. Para quienes no
existía un mas allá cualquiera que fuera el vendaval de miseria que
les tocara enfrentar. En ese puerto oscuro se subía por una
estrecha, oscura y maloliente escalera que conducía recto a un
infierno de miserias y hambre compartida, marisma donde muchos
fondearon para siempre mientras que a otros los disperso la vida sabe
dios hacia que calle,que presidio o que tumba.
La
cuartería Las Tres Banderas comenzó a construirse en la década
del 1920 a propósito de la expansión del ferroviaria de Cuba. Sobre
la planta alta de grandes almacenes de víveres se edificaron tres
baterías de 20 cuartos cada una con un espacio de letrinas comunales
al fondo y algunos lavaderos intercalados. Los almacenes, situados en
la calle Francisquito esquina a Jesús María, se abrían frente a la
zona de carga del ferrocarril, Ese tramo de calle, extendida de
Avellaneda a Rosario, alineaba en una acera cafetines, fondas y
posadas, todo aledaño al inmenso edificio de la cárcel , al otro
lado de la calle, en la acera de enfrente, se extendía el anden con
su paqueo de camiones y carromatos en una vocinglería que nunca
cesaba.
Los
cuartos de Tres Banderas estuvieron destinados en principio a hombres
solos, con una gran mayoría de españoles y antillanos, donde por
cuarenta centavos por noche y con una bombilla eléctrica, pudieran
descansar. Con el tiempo comenzaron a ingresar familias, muchas
tratando de escapar de la miseria del campo y otras perdidas en
nuestras propias calles.
Para
los años de 1940 el gobierno de la ciudad elimino la zona de
prostitución de la calle de La Gloria y San Serapio y traslado la
llamada “zona de tolerancia” hacia Progreso, que es la situada
al fondo y paralela a Francisquito. tras la cárcel, Las casas de
prostitución de todas las categorías se extendieron como la
verdolaga y envolvieron el entorno en una babel de prostitutas,
proxenetas, policías, vagabundos, busca vidas. Postal viva de una
república de democrática y desesperada que sumo a niños y
jóvenes superviviendo a la buena ventura educados a los acordes de
traganikeles y tánganas solariegas, donde en el mejor de los casos
se concluida en la estación de policía y no en la morgue del
hospital civil. Para esa época la gente ya no daba fondo.
Entonces
una vez, cuando la vida dentro y fuera de la vida de Las Tres
Banderas comenzó a cambiar y se hallaron formas del mejor vivir, la
cuartería comenzó a quedar desierta. Hubo no solo esperanzas, sino
también realidades de trabajo, escuelas y casas nuevas. La gente de
Las Tres Banderas se sintió gente.
Vinieron
otras historias. Capítulos de olvido o insensibilidad, pero ya no
hubo nunca esperanzas perdidas. Fue así que sobre ese tránsito un
día, ya en solitario, la cuartería secular de Las Tres Banderas se
desplomó.
Hace
muy poco al cruzar por frente a aquel espacio del que solo quedan
cimientos tuve la impresión de que a nuestra ciudad le faltaba una
pieza de historia. Vi tanta claridad en ese entorno que era como si
le hubiera nacido un costado de sol a Camagüey.
Desconozco
qué se hará en ese espacio claro. Un parque o un edificio. Pero
pienso que ese es el lugar ideal para colocar en alguna pared una
tarja a la memoria de todos aquellos ciudadanos que allí vivieron y
murieron en la miseria. Un memorial a lo que fue y del esfuerzo que
hacemos para que no vuelva a ser. Y porque no, a todas aquellas
personas sin historia que hoy merecen un espacio en la gran historia
de nuestra ciudad.
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