Por
años
creí que ya había quedado muy detrás en la historia aquel mundillo
de excelsos personajes (no personalidades) y destacados funcionarios
que tanto dieron quehacer en páginas de periódicos y revistas de
cuando la República era una fiesta. Creí también
que aquellas páginas habían pasado
al mundo del nunca jamás.
La
prensa de la aquella época gustaba escribir con galanura
satisfaciendo el ego de quien le tiraba la mejor migaja, cubriendo de
crónicas sociales páginas donde aparecían probos caballeros,
pundonorosos oficiales y bondadosas matronas,
en una hipócrita galería que marcó un periodo donde la prensa
enfrentaba calamidades y represión, no por gusto cierto político de
la medianía del 1940 sentencio en una ocasión que “a la prensa se
le paga o se le pega”, directa definición sobre el tratamiento que se
debía dar a los periodistas.
Por
entonces ciertos de políticos tenían sus representantes de prensa
encargados de la propaganda. Corre caminos a cargo de pasquines
electorales ensalzando la figura del patricio al punto de elevarlo a
nivel de ícono social, tema reforzado en cada proceso electoral con
los iguales candidatos, ofrecimientos y proyectos siempre prometidos
y pocas veces cumplidos.
Esto
era lo menos importante, lo primero y principal consistía en
mantenerse en la lid con la enjundiosa ganancia que cada cargo
público devengaba. Concejales, representantes y senadores hubo que
nunca jamás abrieron la boca en alguna de las cotidianas sesiones
gubernativas para proteger a sus electores o proponer una medida de
beneficio social.
Por
ello, retomando memorias y procederes de otras apocas, avisto con
preocupación que de un tiempo a esta parte colegas del medio y otros
agregados al gremio, se las dan a explayarse en ditirambos para
distinguir lo mismo a “magníficos” funcionarios públicos que a
“esforzados” directivos empresariales en cuanto espacio de
comunicación tienen a mano, retomando patrones caducos que cayeron
cuando la Revolución cubana les ajusto cuentas e hizo desaparecer
aquel fondeadero de recale republicano, falso en su desempeño e
injusto en su accionar.
Nadie
ignora que en esta profesión nunca ha dejado de existir el riego
histórico de la siempre presente espada de Damocles,
personalizada por la vulnerabilidad a la exaltación ponderativa de
un suceso, al arrebato exagerado, a la información optimista, casi
siempre con buena intención pero no siempre con buen seso, dejándose
llevar por el cómodo hamaqueo de influencias. Honestas relaciones en
lo general,
pero conflictivas para el desempeño de la profesión en lo
particular.
Hoy
la modernización de la técnica de las comunicaciones se desplaza
con tanta rapidez que, como nos sucede con el cambio climático,
apenas si nos deja tiempo de adaptarnos, de allí que si deseamos
enfrentar todos estos y otros riesgos, la ética periodística no
solo necesita ser reforzada, sino también actualizada y atemperada a
la realidad de tiempos como estos.
Y
como la nuestra es una profesión de decisiva responsabilidad social,
es elemental conocer que la opinión publica creada en un momento
dado por el periodismo, depende de la credibilidad y confianza que
genere el periodista en cuestión, por ello cualquier complicidad con
la fuente informativa,
manipulación de la información o escamoteo de la realidad, afecta
irreversiblemente no solo los valores del periodista sino del órgano
de prensa que representa, todo esto con independencia del
respeto por la carrera que ejerce y su moral como persona.
Vamos
a poner los pies sobre la tierra, es cierto que los periodistas
no siempre pueden presentar los hechos a pie juntillas, con
exactitud- Esa es una realidad elemental, como lo es también su
compromiso para luchar por la precisión y garantizar que lo
publicado haya sido verificado. Puede que no siempre la fuente
informativa facilite con buena voluntad el acceso a la noticia, que
se escamoteen datos o tergiverse la realidad,- En estos casos la
prensa camina sobre terreno quebradizo.·Muchos contratiempos se han
originado por la confianza o las relaciones con la fuente, por
descuido de la verificación, por la urgencia para publicar la nota.
Asignaturas que caen en lo objetivo y lo subjetivo de la profesión.
Pero
sucede también que la critica no queda exenta de estos peligros, por
lo que a veces su presencia nos resulta inconsistente, superficial,
como para salir del paso, y lo peor, se observa que mucho menos se
procesa un seguimiento del asunto, dejándola el aire, sin final.
Todo esto y lo anterior metido en el mismo saco; escamoteo,
seguimiento, veracidad y superficialidad, etc, significa que lidiar
con la opinión publica y sostener equilibrio informativo es a veces
mucho mas complicada que lo imaginado.
¿Tendrá
acaso este proceso algo que ver con la ética de la profesión, puede
aquella vulnerabilidad y este terreno quebradizo, el ditirambo
halagador y la critica manipular la realidad?. Por supuesto que si,
incluso crear iconos, desviar la atención del tema central e influir
en un estado de opinión contrario al real estado de opinión. Dar
visos de periodismo “duro” y moderno, cuando en realidad se trata
de un periodismo condicionado e involucrado con determinados
intereses. Sin dudas que en ese trasformo la ética sale siempre mal
parada porque mirando así las cosas, tal espada de Damocles sigue
ahí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario