Y finalmente, luego de años, con alguna
plata, acopiamos ánimo, voluntad y entusiasmo para acometer obras de
remozamiento en mi casa. No una obra de gran vuelo, pero si tareas
básicas como repello, fino y pintura en este o en aquel descorchado
de las paredes, con independencia del trastejo del techo para lo de
las goteras que nunca faltan en una casa colonial como en la que
resido.
Me asesore con un par de emprendedores
albañiles y reuní algo del material que estime necesario. Pobre de
mi.
Aunque podría escribirse una enciclopedia
sobre el tema, solo tengo ánimos para esta pequeña nota que es
pálido ejemplo de lo que significa el aquello de que; “ quien
no se mete en la construcción, no sabe lo que es la vida”.
El día que llevaron el andamio a la casa
fue como el acto de abanderamiento e inauguración de las obras,
porque por fin, por fin….y me felicitábamos en la familia por mi
decisión.
Después de los primeros veinte días ya
estaba desesperado porque tiraran toda esa mierda de tubos y
tornillos para la calle. En dos semanas había gastado el doble de lo
calculado en cemento, que por demás era una odisea poder hallarlo y
cuando me lo tropezaba el precio me dejaba sin aliento, sin
transporte incluido. La arena en sus dos versiones, gruesa y fina,
casi tuve que ir a palearla a la playa de Santa Lucía.
Por todos estos días debí ocuparme
también de corretear por los catres y mercados de la ciudad en
busca de alambre eléctrico, teipe, tornillos zócalos,
interruptores, canaletas, ect.,
Lo peor, (si es que hubo algo peor), es que
jamas imagine que en mi vida yo hubiera reunido tal cantidad de
cajas, muebles y trastos pues obligado por espacio y circunstancia,
convivimos todo el tiempo en el lugar de la obra. Moviendo estantes,
cocina, mesas, sillones y camas como en un juego de ajedrez para
dejar espacio a los trabajadores que desde lo alto del andamio daban
instrucciones para ubicar las piezas.
Para esos momento nada quedaba de aquel
acopio de ánimo, voluntad y entusiasmo con el que me lance a la
misión soñada pero convertida en pesadilla. Se nos transformo el
carácter. Mi esposa y yo nos tornamos ríspidos como papel de lija.
Limpiar la casa cada día a la conclusión de la jornada parecía
no tener en cuenta noches o madrugadas y cuando en un par de días
acueducto nos dejo sin agua estuvimos a punto de suicidarnos de la
lampara de la sala.
Luego vino la segunda parte de esta
película de terror. Llego lo de la pintura. No la excelente pintura
de precios multiplicados en cucs, sino una pintura mas o menos
recomendada que al menos ofreciera presencia de hermoseo. Mas de una
vez le di la vuelta a la ciudad de Camagüey con dos tanquetas a
bordo de un bicitaxi en busca de esa “buena” pintura. .
Por supuesto que la cuenta de los albañiles
era diferente a la de los pintores., Que eran los mismos a la hora
del cobro.
Ya cuando a los veinte días queríamos
tirar el andamio para la calle, faltos de ánimos y recursos para
continuar lo que comenzó con tanto jolgorio, estábamos terminando.
Nos aconsejamos y nos llamamos a la armonía. En definitiva teníamos
que jodernos porque en realidad nadie nos había obligado, empujado
o presionado para acometer lo que estimamos sencilla operación de
remozamiento.
No hubo acto de clausura. Ni brindis de
despedida. Todo pareció apagarse como una vela.. En fin nos vimos
libres con la casa aun sin ordenar. Sin saber por donde íbamos a
empezar a colocar en orden o deshacernos todo aquel amasijo de
muebles, sacos, basuras y lomas de arena. Pero al fin. Por Fin.
Dejamos todo como estaba y nos fuimos a dormir ni felices ni
contentos, pero si agotados como galeotes. Nos merecíamos una buena
mañana sin el sobresalto de la “brigada”
Al siguiente día bien de mañana llego la
sonriente pareja de albañiles – pintores. Descargaron una
escalera de un carretón y sin mas, me saludaron !Bueno prófe, vamos
a caerle ahora a lo de la electricidad porque la cablería está en
candela!
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