Por supuesto que nunca me he creído parte
de los caballeros de la mesa redonda del rey Arturo, pero estoy hecho
y aun soy capaz de cosas tan poco comunes por estos días como decir
gracias, dar los buenos días y pedir permiso.
Confieso que en esa cuerda soy duro conmigo
mismo, pues nunca jamas he colado a nadie en una cola por muy
pariente que sea y mucho menos me he colado a la cara en uno de esos
empuja – empuja.
En las guaguas doy con agrado el puesto a
otras persona necesitada y ni se diga de ayudar a alguien a cruzar la
calle, encaminar una dirección u orientarse en la ciudad.
Protejo a los animales, no obstruyo las
aceras, no camino sobre el césped, mis equipos de audio suenan a
decible para mi disfrute y no para toda la cuadra.
Sin embargo no dejo de advertir por lo
general que no pocas personas me miren como si acabara de aterrizar
en un Ovni. O hubiera transitado de uno a otro siglo a través de la
maquina del tiempo. Incluso advierto que hay madres que me miran como
si yo fuera un mal ejemplo para sus hijos. Con el aquello de “!Y ni
se te ocurra darle el puesto a nadie en la guagua”! o ”!Será muy
bonito y todo pero eso de creer en la igualdad de las mujeres es de
maricas”. “Qué es eso de dar las gracias?, los hombres hombres
no dan las gracias.”
Hace poco un colega se quejaba de una
habitual desatención de las empleadas de una tienda a donde fue
para adquirir cierto producto. Llegó en mala hora pues las
trabajadores estaban enfrascadas en contarse la novela de la TV. Y
él, el pobre, quiso interrumpir la cháchara solo para que le dijera
que si estaba apurado fuera a otra parte. En qué mundo estamos? Me
preguntó. Caramba, deberías de saberlo. Estamos en la época de la
cultura de la churricultura.
Ejemplos mas que sobrados en las letras
ofensivas de la música “popular”, en los escándalos públicos
de cualquier alto parlante, en el irrespeto a la mujer que pasa por
nuestro lado, en la bofetada de la palabra soez, en el escamoteo de
precios (a pesar de todo), en la burla a cualquier llamada de
atención, en la ostentación del que va y viene, en la vivienda
construida a contrapelo de las normas urbanas, en la imputabilidad
ciudadana, en la desatención en los servicios publico, en
justificaciones absurdas…………
Este choteo a la criolla de nuestra
identidad, este irrespeto a normas de conducta no pueden ser el
espejo de nuestra sociedad contemporánea ni la muestra de la carga
de tensiones con las que vivimos. Por peores épocas transitamos y en
ellas el cubano se mantuvo aferrado a su identidad como tabla de
salvación. Hoy no podemos ser menos. No creo que estemos en una
crisis de valores pero si en un peligroso proceso de desfachatez
donde familia y escuela deben levantar la guardia que se ha dejado a
la espontaneidad.
Mientras, eme aquí como miembro de esta
cofradía de caballeros andantes en busca de escuderos capaces de
enderezar entuertos con la sonrisa de un saludo, de la cortesía
necesaria, no somos pocos, pero no los suficientes para hacer frente
este ventarrón sin rumbo que esperamos transitorio arrastrando las
deformaciones ciudadanas de la churricultura hacia el mundo del nunca
jamas
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