Me
dicen El Mejicano. Ha de ser por lo prieto porque lo que es yo ni
siquiera canto. No me meto con nadie pero anoche me robaron los
zapatos y un cubo. Con el cubo me gano la vida limpiando carros. Bebo
porque me gusta y me gusta esta vida. Yo no estoy para eso de que me
estén mandando. Tengo chequera y casa pero no tengo familia ni a
nadie.
El
Mejicano me ha dicho su nombre completo. Puede tener cincuenta o
setenta años pero a estas alturas es difícil definir. Esta sentado
en una escalinata a la sombra del murallón del convento de La
Merced en compañía de otras tres personas y por lo que se ve, por
lo que hablan y gesticulan, parece que no se ponen de acuerdo en
algo.
El caso es que anoche al Mejicano lo facharon y uno de sus
amigos le aconseja para que vea cson la gente que se está juntando.
El Mejicano es noble y piensa que no han sido sus mas recientes
conocidos sino algún otro jodedor. Mientras hablan se pasan un pomo
plástico con algo de vino seco mezclado con otro liquido que ni me
atrevo a preguntar qué es.
Pérez
Pérez, quien dice que es su apellido, parece ser el líder del
grupo.Es el más joven y le acompaña su mujer. Me la presenta. La
negra ¿jóven? tiene los ojos nublados. Solo me mira y sonríe con
inocentona idiotez.
Son
las diez de la mañana. Aquí amanecieron. La vida los une o los
dispersa. No recuedan de dónde vinieron ni saben a dónde irán. O
cuándo van a comer. O cómo obtener dinero para comprar más bebida.
Solo les mueve el trotar como sombras por todas las calles de la
ciudad que se los traga en cada esquina.
La
gente hace cosas
Aunque
en lo básico son muy sociables, uno se da cuenta que entre ellos se
dividen. De la parte de allá El Mejicano que aunque tiene vivienda y
pensión económica mantiene una conducta ambulante por varios días
solo o con el grupo y luego regresa a la casa. Del otro lado Pérez
Pérez y su mujer,que viven en la calle y no hay regreso a ningún
lado.
Perro
manso es un negro viejo que viene de Matanzas, me dice. Arrastra un
saco de nylon lleno de latas vacías de refrescos y cervezas. Tiene la
ropa en girones y le falta un zapato, pero no parece haberse dado
cuenta. Por ese saco a Perro Manso le van a dar un poco de dinero y
con eso tiene asegurado una buena dosis de alcohol. Eso es muy
importante para él. Anoche durmió en un portal y la noche anterior
en una estación de trenes. No recuerda como llegó a Camagüey y hoy está a la
sombra de la mata de mango.
La
mata de mango es la catedral de su gremio. Es un rincón arbolado en
la avenida Fínlay a la vera de un viejo ramal ferroviario. El lugar
es discreto, alejado de las viviendas y de los malos ojos. Hay varios
pedruscos a modo de asientos y en medio los restos de una fogata; ni
sé por donde andarán las ollas. Aquí me junto con los socios,
dice, cuando hay ganas cocinamos y comemos. Somos gente decente. La
gente decente que espera Perro Manso está asechando las puertas de
la cercana fábrica de vinagre esperando la venta de vino seco.
Una
decisión personal
La
Dra. Yohany Chirino Fernández, Jefa de la Sección de Salud Mental y
Abuso de Sustancias, del Ministerio de Salud Publica, tiene larga experiencia en el tema. El
alcoholismo es una enfermedad y su recuperación, como toda
enfermedad, depende de la decisión de la personas, dice, o sea, no
es el caso de coger a alguien y decirle, usted tiene que
rehabilitarse. A la corta o a la larga ese tipo de curación no
va a funcionar.
Lo
seguro es que el deambulante es evitable si se previene el
alcoholismo, pero aunque en muchas oportunidades el programa de
rehabilitación logra sus propósitos, algunas de esas personas que
salen del Hospital Psiquiátrico y luego se incorporan a los Centros
Comunitarios de Salud Mental, no encuentran en el retorno sus hogares la
acogida familiar y el respaldo para dar solución a casos de
viviendas, abandono y desamparo.
Llegado
a este punto concluimos conque Salud Pública no es el único
organismo a cargo del sistema de prevención, en primer lugar la
atención al vagabundo está concebida en el Programa de Prevención
y Tratamiento de Adiciones, a través del Departamento de Adulto
Mayor, Asistencia Social y Abuso de Sustancias, y junto a el se
implican numerosos organismos cada un con su cuota bien definida de
responsabilidades, entre estos, el Ministerio del Interior y el
Gobierno Local.
Esas
personas que duermen la calle se han recogido muchas
veces para ser llevadas a los centrosa hospitalarios de la ciudad, allí se etrevistan para copnocer su situación y se les
evalua desde el punto de vista médico y sicológico, relata la Dra. Chirino. Los
identificados con patología psiquiátrica descompensadas ingresan en
el Hospital Psiquiátrico Dr. René Vallejo Ortiz, donde se han
habilitado varias camas para la clasificación, caracterización y
tratamiento.
Por otra parte, los que por su edad y
características cumplen los requizitos, se les ingresa en el Hogar
de Ancianos. Los demás se llevan personalmente a la familia. En ese
grupo siempre va un miembro del Ministerio del Interior y de la
Fiscalia. Pero entonces puede pasar que a la vuelta de un mes ya esa
persona está otra vez en el mismo lugar, con la misma gente,
haciendo lo mismo.
Por
otra parte, cada Distrito del Municipio Camagüey, cuenta con un
Centro Comunitario de Salud Mental, donde se le brinda atención a
los pacientes con problemas relacionados con el alcohol, incluyendo
consultas con el especialista en el tema y la incorporación del
paciente al programa de rehabilitación Comunitaria y del Grupo de
Control Clínico, tanto para pacientes como para familiares de que
deseen participar.
Revisando los documentos de la Sección de Salud Mental observamos que aunque casi todos los deambulantes son mayores de 50 años, existe una
tendencia a la disminución de esa edad, o sea, que el alcoholismo se
va incrementando con adictos cada vez más jóvenes.
Personajes
de la calle
Antonio
Echemendía Hernández tiene 52 años. Sufre de equizofrenia
paranóica y tiene un tratamiento de por vida. El alguna oportunidad cayó preso por falsificar recertas médicas, cumplio su sanción pero regresó a la calle otra vez como deambulante Estaba sucio, barbudo. Andaba con un palo para defenderme y
siempre buscando alcohol. Ya no daba más. Entonces un día fui a un médico en el Popliclínico Centro y dije que quería curarme. Desde allí comenzó mi cura.
Antes
vivía con mucha gente en la casa, pero al final la familia me abandonó y quedé solo . Ahora mi
gran familia son los vecinos porque me cuidan y atienden. Esas cosas
no se olvidan.Trabajo en el taller de adornos florales del Sector de
Comunales como parte de la terapia ocupacional haciendo cosas muy
bonitas. A mucha gente le debo como me han encaminado la vida.
Fotos, Orlando Durán Hernández
Que triste...
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