La
llanura camagüeyana, salvo ciclones de temporada una que otra vez,
parece sustentada sobre una firme geologÍa que acasoSu formato se ha
estremecido sin que nadie lo haya advertido.
En
esa geografÍa nació Mirtha Pi Hernández, enfermera intensivista
que aprendió a luchar por el rescate de la salud e insertar sus
conocimientos en el programa que el país lleva a cabo con eficiencia
y experiencias.
Graduada
en 1992 se desempeñó en el Hospital Provincial Manuel Ascunce
Domenech, en la ciudad de Camagüey
Un
día partió con un contingente cubano hacia Haití en el conjunto de
la colaboración médica a la hermana república. Dos días después
de su llegada y apenas abrió los ojos al nuevo paisaje, sucedió el
espantoso terremoto que desoló a Puerto Príncipe con una secuela de
cientos de muertos y mutilados, luego a poco y en sucesión estalló
la epidemia de cólera contra la que se combatió sin descanso en
condiciones a veces increíbles.
“No
creas, todavía estoy asustada-- sonríe Martha a la hora del recuento
---nadie que estuviera allí va a olvidar nunca.
“Cuando
el terremoto estaba yo en la segunda planta del albergue médico,
había acabado de llegar desde la instalación médica y sentí como
todo se movía y ondulaba como si fuera papel, a pesar de que era una
vivienda antisísmica, al menos eso nos habían dicho. El estruendo
de los desplomes, truenos que salían de alguna parte y un a especie
de silencio de las gentes.
Todo quedó envuelto en polvo y pedazos de
piedra, No lo dudé, nos habían dicho que en estos casos las
escaleras son peligrosas porque se derrumban, así que salí al balcón
y salte a la calle. Oye eso, salte desde un segundo piso sin
pensarlo mucho. ¿Imaginas como estaría yo para hacer eso?.
Aterrorizada.
A
partir de allí ni se diga, escenas de espanto y mucho trabajo para el
personal médico.
Es
es un pueblo muy sufrido, muy estoico. Ha pasado por tantas
calamidades que siempre parece que están preparados para soportar
más dolor. Ni siquiera se preparan para enfrentar los ciclones y eso
de fase informativa o alerta ciclónica, como aquí en Cuba, ni se
conoce allá.
Viene el ciclón y le dices Papito (allí todo el
mundo se trata de Papito y Mamita), mire que viene un ciclón, hay
que evacuarse y te dicen si Mamita, No hay problemas. Y se quedan en
sus casas de campaña porque para ellos eso es una cosa normal. Son
muy duros para esas cosas. No interiorizan la gravedad de esos
peligros. Es como un catarro, una cosa que va a pasar enseguida y que
otra vez hay que empezar.
“Mi
principal experiencia lo fue con el terremoto y nunca pensé pasar
por una cosa como esa, pero muy difícil fue lo del cólera porque no
conocíamos de esa enfermedad así que iniciamos tratamientos con
hidrataciones y eso fue algo muy bueno para la recuperación. Tuvimos
además mucho apoyo del gobierno haitiano.
“De
todas maneras muy agradecida por la oportunidad que me dieron para
aprender y tener estas experiencias inolvidables”
Ahora
Martha se encuentra al frente de la campaña para la perención d de
las enfermedades gastrointestinales en el municipio Sibanicú y
presta servicios de guardia en la base de campismo de La Barbacoa de
ese mismo territorio.
Nadie
que la vez puede imaginar que tras esa dulzura en el habla y el
cuidadoso trato que da a los pacientes que acuden a ella, hay
tantas rica historia, memorias y sustos en los recuerdos.
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