Como
lo anuncia ya la prensa, estamos ya abocados al segundo proceso de
reuniones de rendición de cuentas del Delegado ante sus electores en
este XVI periodo de mandato. Debemos reconocer que luego de una
azarosa primera etapa de gobierno nos vemos enredamos en está
extensa campaña de higiene que ha desgastado muchas horas de
ocupación y preocupación, con independencia de lo costoso que nos
está resultando la lucha contra las amenazas de Dengue y el Zika.
En
numero redondos les diré que solo en el municipio Camagüey. deben
asistir a estas reuniones 262 093 electores reunidos en 154
circunscripciones, o sea, alrededor de 85% de la población general
del territorio.
Como
en la practica ni por extensión, densidad de población o problemas
una circunscripción no se parece a la otra, aun dentro de un mismo
Consejo Popular, priman distintos intereses comunes económicos o
sociales, familiares o tradicionales, e incluso culturales y aun
religiosos si tenemos en cuenta las aristas de nuestra sociedad.
Es
cierto que en oportunidades algunas de estas reuniones pierden el
rumbo y ellas se convierten en una interminable demanda por parte de
los electores, algunas de las cuales aterrizan en el campo de
criterios personales mientras que otros planteamientos son tan
etéreos que van a parar al mundo de nunca jamás.
La
clave estás en que con los pies en la tierra meditemos cómo
resolver los problemas comunitarios porque hasta ahora el síndrome
del pichón no ha resuelto ninguno problema como no sea el mal
acostumbrarnos a esperar que las cosas nos lleguen desde arriba.
Muchas veces esto sucede porque no son pocas las personas que
consideran que el Delegado es un mago. O tal vez un empresario o que
disfruta de una cuenta económica para resolver problemas cuando le
apetece. En realidad, aparte de su buena voluntad, el Delegado lo
único que puede tener es el apoyo de su comunidad y de los factores
que en el vecindario le ofrezcan, o sea que la participación popular
es la clave.
En
este punto llegamos a un tema que por lo general pasa desapercibido y
es que el Delegado no es la persona mas importante de una
circunscripción, sino el ciudadano común. El elector que con su
voto delegó en una persona su representación ante el Gobierno. Esto
es, que son los electores los artífice del buen o mal desarrollo de
su circunscripción, sin embargo no siempre existe la necesaria
conciencia de la ciudadanía y no pocos se cruzan de brazos en espera
de que el Delegado vaya y les resuelva los problemas particulares o
comunales. Esa es una posición muy cómoda de mirar los toros desde
la barrera y sentados en un quicio murmurar y criticar en vez de ir a
ofrecer su ayuda.
Es
cierto que todos estamos cansados de lo mismo con lo mismo y que no
pocas rendiciones de cuenta nos resultan tan aburridas que preferimos
abandonar la reunión, en caso que hayamos ido, para irnos a ver la
tele novela de moda. Eso no falla. Entre otras cosas esto se debe a
que en oportunidades el Delegado cae en la trampa de convertirse en
porta voz de entidades administrativas con respuestas sin respuestas.
A partir de ese punto, la figura del Delegado se diluye en
justificaciones e incoherencias.
Cuando
el Delegado exponga ante las masas el quehacer de esas
administraciones y nombre a funcionarios incompetentes y entre todos
exijan soluciones ,y cuando a la vez entre todos mediten cómo
resolver los problemas del barrio con brazos y recursos de la
comunidad , una gran parte de los problemas se abran resuelto y este
Delegado dejara de ser ese ente solitario que trota por todas estas
calles tras una puerta cerrada, un planteamiento no resuelto y
añejado hasta formar parte del patrimonio de la ciudad, un anciano
no atendido o un foco no encendido.
El
Delegado es una responsabilidad social dada por la comunidad a una
persona, pero a partir de allí no podemos desentendernos de el
porque a partir de su elección ya se firmo un pacto, de ayuda
recíproca y para recibir hay que dar. Al olmo no se le piden peras.
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