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Dolores
Castaño
Betancourt, Lolita, no fue acaso la primera maestra que llegó a Pozo
de Vilató, caserío al centro y en el desguinde norte de la Sierra
de Cubitas, pero sí la primera que tuvo escuela.
“Luego
de graduada y sin trabajo un día me propusieron un aula en Cubitas.
Me llevaron allí y le dijeron a los vecinos; aquí tienen una
maestra, ahora tienen que hacerle una escuela o nos la llevamos”.
Así nos lo contó un día Lolita, quien terminó esta historia con
un aula en el portal de la tienda del poblado mientras los vecinos
hacían el rancho al otro lado del camino.
“Los
muchachos no sabían qué cosa era una escuela. Me miraban como un
bicho raro y tuve que comenzar por sacarlos del monte y enseñarles a
lavarse los pies antes de entrar a clases porque casi todos andaban
descalzos y medio desnudos. Como los indios”.
Como
los indios en aquella tierra ocre en un fanguisal de costras donde
las carretas se hundían hasta los ejes o con remolinos de polvo que
se mete por todos los poros de la piel. Por eso es que al
cubitero se le conoce a donde quiera que vaya. Esa tierra bermeja es
como un distintivo.
Y
Lolita fue maestra por muchos años en una difícil ranchería de
carbón y casabe, dispersa en serventías y bohíos escondidos sobre
tierras de realengos unas, de la Jaronu Sugar Company otras, pero
todos olvidados al son de aquella cuarteta fatalistas;
“Cubitas, de ti nada quiero,/ y lo digo con tristeza,/ porque de tu
mejor cabeza/, solo salio un casabero”.
Pero
toda esa miseria de Pozo de Vilató no pudo borrar las raíces
rebeldes de aquellos campesinos, canarios o cubanos, que refugiados
en ese rescoldo de la sierra decidieron su vida. Uno de los primeros
escenarios de la organización del 26 de Julio en zonas campesinas
del norte de la provincia hallo asiento en esa región y la maestra
de Vilató jugo importante papel como parte de los vínculos entre la
ciudad y aquella vertiente de la sierra que poco después desemboco
en el Frente guerrillero Camagüey.
La
clandestinidad facilitó la recepción del Ejercito Rebelde y cuando
llego la columna 11 al mando del capitán Orlando Orozco instaló
campamento en Yabunal, a poca distancias de Vilató. La presencia
insurrecta en Sierra de Cubitas resulto para Lolita mas que peligroso
continuar en sus viajes de la ciudad a la escuela, por lo que opto
quedarse junto a su esposo en aquel declarado territorio libre con
las tropas que se adueñaron de la Sierra de Cubitas, específicamente
con el grupo de teniente Arnaldo Pernas Luciano situado hacia Cocina
Alta, sobre el Paso de Lesca.
Misión
designada por el frente guerrillero a la maestra: continuar las
clases en la escuela y comenzar a alfabetizar a aquellos miembros del
ejercito rebelde que lo necesitaran.
Al
medio día del primero de enero de 1959 a la tropa cubitera se le
ordenó comenzar a concentrarse para avanzar sobre la ciudad de
Camagüey, ocupando el aeropuerto Ignacio Agramonte donde radicaba
una importante base de la fuerza aérea de la tiranía con numerosos
aviones de bombardeo.
“Desde
antes del día primero de enero hubo mucha tensión en la tropa. Los
pelotones de los otros capitanes que estaban en diferentes puntos de
Cubitas comenzaron a concentrarse en Lesca y a media noche partimos
para Camagüey, llegamos al aeropuerto por la madrugada y comenzamos
a hacer guardia porque además allí había algunos aviones de
guerra, grandes y pequeños. Estábamos muy cansados y llenos de
tierra colorada hasta los ojos, enfangados, sucios, ripiados. De eso
me acuerdo bien porque luego me paso una cosa que nunca he olvidado”,
Y Lolita comenzó a rememorar la anécdota.
“El
cuatro por la noche estoy de guardia allí a la entrada del edificio
del aeropuerto cuando llegan algunos carros llenos de rebeldes y
entre ellos venia Fidel y otros oficiales del 26. El viene a esperar
a alguien en un avión pero primero va a saludarnos. No sé porqué
se me acerca para preguntarme que de dónde éramos, que cuándo
habíamos llegado y lo peor para mi, me pregunta que porque andábamos
tan sucios.
“Le
digo, bueno Comandante porque estamos en el monte y allá la tierra
es colorada, entonces me pone una mano en el hombro y me dice casi al
oído para que nadie escuchara “....si, yo lo se, pero hay también
que bañarse”. Aquello me dio una tremenda vergüenza y no le pude
responder.”
“Enseguida
le dijo a Celia, que venia tras el, que me buscaran un uniforme
limpio, me volvió a saludar y se fue. No se cómo Celia lo hizo,
pero el uniforme apareció y me fui a ver si podía bañarme y
cambiarme de ropa. Des pues, mucho mas tarde Fidel se fue, me volvió
a ver desde lejos y me miro de arriba a abajo e hizo un gesto con la
cabeza como quien dice “Bueno, ahora así estás mejor”
¿Usted
cree que esas cosas se pueden olvidar? “
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