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En realidad no tuve tiempo de
conocer a la Antonia y cuando pude hacerlo ya estaba enterrada en
Cubitas Arriba, en el cementerio de Pozo de Vilató.
Sobre la losa siempre alguna
persona agradecida le deja al paso un puñado de mar pacifico,
marilopes o amalias como recuerdo a la historia de aquella mujer sin
historia que vino a pagar una deuda que no le pertenecía.
Una vez, hace muchos muchos
años, dicen, por el camino de la subida del desfiladero de Lesca
venían dos trenes de carreta pero cada una en dirección contraria,
hasta llegar a un punto en que una de las dos tenía que arrimarse
para que pasara la otra. Allí comenzó la discusión porque Antonio
Nápoles y Cheo el cojo eran hombres de sangre caliente. Así que la
cosa en ese momento casi termina a machetazos, valga la gente que se
metió y los separó. Entonces cada cual siguió su camino. Pero ese
Antonio ya fermentado se montó en su caballo y le cayó detrás a
Cheo, sacó la carabina y de pasada le dio un tiro que despenó al
otro infeliz.