Acabo de regresar de una
expedición arqueólogica. No es que estuviera buscando pirámides de
la dinastía de Tutmosis II, templos mayas o fortalezas celtas. En
definitiva todas esas construcciones terminaron hechos una ruina y
llenas de turistas.
Mi búsqueda arqueológica
fue mucho más modesta, en Cuba. Nada de columnas dóricas ni
monumentales estatuas. Ustedes lo imaginan; aquí, aparte de pedazos
de barro cocido y espinas de pescado, los indígenas solo nos legaron
en las paredes de las cuevas trazos y dibujos.