Tuve la suerte de nacer en una época en que el
viandante por diez pesos te vendía todos los mangos de su
carretilla, incluyendo la carretilla. Hoy es común el aquello de;
!Vaya, tres mangos por diez pesos!; !Aprovecha que se acaban,
aguacate a quince!, sin olvidar el doloso pregón de !La papa...la
papa ..la papa!, en una espiral de precios que nos desfleca los
bolsillos y catapulta opiniones hacia espacios que en verdad nadie
sabe como van a terminar.
Funcionarios que se supone deben chequear,
controlar y supervisar precios y licencias y dejan mucho que desear
en sus tareas; puede que a propósito, puede que a despropósito,
pero hace mucho chapoteamos en el igual circulo inoperante a la vista
de una población cada vez mas agotada en sus reclamos.
A pesar de estas buenas intenciones de chequeos,
acuerdos y declaraciones, el seguimiento y atención a este problema
tan vital hoy como el tratar de bajar de las nubes el plato de comida
de cada día, sigue resbalando en el mismo trillo sin concretar el
aterrizaje.
Se me objetará que la falta de materias primas,
la insuficiencia industrial, la casquivana productividad o la llegada
a tiempo de importaciones es la causa por lo que productos de nuestro
propio patio lugareño adquieran dimensión astronómica en la
economía popular. Se me dirá que el bloqueo, el cambio climático o
el deshielo de los polos obliga a aceptar la multiplicación de los
precios o a tragarnos el anzuelo de la oferta y la demanda, rejuego
peligroso y ya sin control a pesar de las tantas y tantas
manifestaciones populares. Estados de opinión siempre mal tamizados
por los electores en sus reuniones con el delegado, donde aparte de
temas materiales que pueden ser resueltos con mucho esfuerzos por la
propia comunidad, estas aristas de precios, calidad de productos y
distribución mal se resuelven o no se resuelven en lo absoluto, a
pesar de las buenas intenciones de un gobierno popular que necesita
mas poder de dirección y control entre sus dependencias algunas de
las cuales repiten incumplimientos, incidencias y desaciertos entre
uno y otro mandato sin que pase nada, como no sea una que otra
amonestación publica o privada a nivel de oficina o el trasiego de
un maloso de una a otra .
Puede que para un determinado nivel de la sociedad
la multiplicación del precio de un producto en un 50 o un 100 por
encima de lo normal parezcas viruta, eso bien se sabe, pero el
ciudadano de a pie, que es mayoría absoluta y decisoria, sufre esta
carrera descocada de precios, estales o particulares, sintiéndose
absolutamente desprotegidos, no de promesas, que de esas llueven,
sino de acciones reales para beneficio general.
Las Revolución enseñó al cubano a pensar y a decidir, pero también
nos enseñó a no creer en retoricas hoy obsoletas, sino en acciones
practicas y objetivas. De lo primero ya el pueblo se cansa, de lo
segundo aun nos queda camino por delante. Será saludable que los
hacedores y los tenedores tengan en cuenta que llegan tiempos donde
el agua reboza la copa. Lo señaló Fidel, no como consigna sino como
verdad; ”Hay que cambiar todo lo que debe ser cambiado” y ello
incluye, no se hagan ilusiones; métodos, ideas, funcionarios y
formas de pensar y actuar porque la Revolución necesita de nosotros
para; “desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del
ámbito social y nacional” Y esas fuerzas, todos los sabemos, está
aquí, dentro y fuera. Lo advirtió Fidel, ojo con esto .
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