jueves, 15 de febrero de 2018

De la espada de Damocles, la ética y el periodismo.



Por años creí que ya había quedado muy detrás en la historia aquel mundillo de excelsos personajes (no personalidades) y destacados funcionarios que tanto dieron quehacer en páginas de periódicos y revistas de cuando la República era una fiesta. Creí también que aquellas páginas habían pasado al mundo del nunca jamás.
La prensa de la aquella época gustaba escribir con galanura satisfaciendo el ego de quien le tiraba la mejor migaja, cubriendo de crónicas sociales páginas donde aparecían probos caballeros, pundonorosos oficiales y bondadosas matronas, en una hipócrita galería que marcó un periodo donde la prensa enfrentaba calamidades y represión, no por gusto cierto político de la medianía del 1940 sentencio en una ocasión que “a la prensa se le paga o se le pega”, directa definición sobre el tratamiento que se debía dar a los periodistas.
 
Por entonces ciertos de políticos tenían sus representantes de prensa encargados de la propaganda. Corre caminos a cargo de pasquines electorales ensalzando la figura del patricio al punto de elevarlo a nivel de ícono social, tema reforzado en cada proceso electoral con los iguales candidatos, ofrecimientos y proyectos siempre prometidos y pocas veces cumplidos.
Esto era lo menos importante, lo primero y principal consistía en mantenerse en la lid con la enjundiosa ganancia que cada cargo público devengaba. Concejales, representantes y senadores hubo que nunca jamás abrieron la boca en alguna de las cotidianas sesiones gubernativas para proteger a sus electores o proponer una medida de beneficio social.
Por ello, retomando memorias y procederes de otras apocas, avisto con preocupación que de un tiempo a esta parte colegas del medio y otros agregados al gremio, se las dan a explayarse en ditirambos para distinguir lo mismo a “magníficos” funcionarios públicos que a “esforzados” directivos empresariales en cuanto espacio de comunicación tienen a mano, retomando patrones caducos que cayeron cuando la Revolución cubana les ajusto cuentas e hizo desaparecer aquel fondeadero de recale republicano, falso en su desempeño e injusto en su accionar.
Nadie ignora que en esta profesión nunca ha dejado de existir el riego histórico de la siempre presente espada de Damocles, personalizada por la vulnerabilidad a la exaltación ponderativa de un suceso, al arrebato exagerado, a la información optimista, casi siempre con buena intención pero no siempre con buen seso, dejándose llevar por el cómodo hamaqueo de influencias. Honestas relaciones en lo general, pero conflictivas para el desempeño de la profesión en lo particular.
Hoy la modernización de la técnica de las comunicaciones se desplaza con tanta rapidez que, como nos sucede con el cambio climático, apenas si nos deja tiempo de adaptarnos, de allí que si deseamos enfrentar todos estos y otros riesgos, la ética periodística no solo necesita ser reforzada, sino también actualizada y atemperada a la realidad de tiempos como estos.
Y como la nuestra es una profesión de decisiva responsabilidad social, es elemental conocer que la opinión publica creada en un momento dado por el periodismo, depende de la credibilidad y confianza que genere el periodista en cuestión, por ello cualquier complicidad con la fuente informativa, manipulación de la información o escamoteo de la realidad, afecta irreversiblemente no solo los valores del periodista sino del órgano de prensa que representa, todo esto con independencia del respeto por la carrera que ejerce y su moral como persona.
Vamos a poner los pies sobre la tierra, es cierto que los periodistas no siempre pueden presentar los hechos a pie juntillas, con exactitud- Esa es una realidad elemental, como lo es también su compromiso para luchar por la precisión y garantizar que lo publicado haya sido verificado. Puede que no siempre la fuente informativa facilite con buena voluntad el acceso a la noticia, que se escamoteen datos o tergiverse la realidad,- En estos casos la prensa camina sobre terreno quebradizo.·Muchos contratiempos se han originado por la confianza o las relaciones con la fuente, por descuido de la verificación, por la urgencia para publicar la nota. Asignaturas que caen en lo objetivo y lo subjetivo de la profesión.
Pero sucede también que la critica no queda exenta de estos peligros, por lo que a veces su presencia nos resulta inconsistente, superficial, como para salir del paso, y lo peor, se observa que mucho menos se procesa un seguimiento del asunto, dejándola el aire, sin final. Todo esto y lo anterior metido en el mismo saco; escamoteo, seguimiento, veracidad y superficialidad, etc, significa que lidiar con la opinión publica y sostener equilibrio informativo es a veces mucho mas complicada que lo imaginado.
¿Tendrá acaso este proceso algo que ver con la ética de la profesión, puede aquella vulnerabilidad y este terreno quebradizo, el ditirambo halagador y la critica manipular la realidad?. Por supuesto que si, incluso crear iconos, desviar la atención del tema central e influir en un estado de opinión contrario al real estado de opinión. Dar visos de periodismo “duro” y moderno, cuando en realidad se trata de un periodismo condicionado e involucrado con determinados intereses. Sin dudas que en ese trasformo la ética sale siempre mal parada porque mirando así las cosas, tal espada de Damocles sigue ahí.




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