martes, 26 de enero de 2016

Cuando llueve sobre lo mojado





Por Cubitas arriba existe un dicho que dice; “tanto caca hace el buey en el trillo, hasta que se forma el resbalillo”. Metafórica, forma de significar tropiezos constantes al chocar contra la misma pila.
Sucede que como ya hemos perdido la cuenta de los trabajos periodísticos leídos sobre los temas de enfrentamiento a ilegalidades y delitos, al parecer estamos insensibilizados. A estas alturas esas informaciones nos entran por un oído y nos salen por el otro.
También muchos hemos perdido la cuenta de las horas de vuelo en reuniones, asambleas, plenos, simposios y conferencias sin llegarse a una definición del problema, porque el caso no es ponerle el cascabel al gasto, sino identificar quien tiene que poner el cascabel. Mirando así las cosas concluimos que sin dudas muchos cubanos son buenos en el pensar pero lerdos a la hora de actuar. Llama la atención la falta de percepción del peligro social que tenemos encima haciendo de las suyas. 


 

Por lo general en todos los cónclaves donde he estado o en las notas de prensa leídas no se llega a definir la responsabilidad de la actual situación, por lo que indistintamente recae sobre la familia, la escuela, la comunidad, la calle, las organizaciones de masas, el gobierno en sus interacciones de consejos populares, e incluso de la PNR, pero la percepción de que esa responsabilidad ha de ser unitaria es muy etérea y a la postre cada musa flota por un planeta distinto, cuando en realidad cada cual debe hacer lo que le toca y no ponerse a perder tiempo mirando sobre la cerca lo que hace o deja de hacer el vecino.
Somos además tan ingenuos que evitamos palabras para edulcorar el entorno y hacerlo mas suave. Hemos aprendido hasta hacer simpático al malo de la película y llegado el caso solidarizarnos con su proceder. Al que roba se le denomina “luchador” y a su raterismo se le dice “arañar”; la prostituta abanderada por cualquier calle “jinetera”, al vago “parásito”, al cuatrero “revendedor” y “engaño al consumidor”, al producto que en la tienda nos escamotean o nos lo venden en mal estado, cuando en realidad todo eso es latrocinio, estafa y pillería. Nos engañamos porque no concebimos que en nuestra sociedad contemporánea todas esa lacra reverdezca, pero esa complacencia del auto engaño nos está haciendo demasiado mal.
En realidad todos esos señalamientos merecen sanciones, pero aquí no pocas veces las encubrimos con las tituladas amonestaciones publicas o administrativas, inmensa sabana con la que muchos escapan de acciones de la justicia. La indulgencia nos ha sido fatal porque apenas si percibimos que si en 57 años de Revolución formadora alguna persona no ha aprendido nada ya no va a aprender nunca. Por eso somos condescendientes, por ejemplo, con quienes se apropian de espacios públicos y propiedades estatales sin que la acción penal les alcance y cuando eso sucede mucho se diluye en abundante papeleo.
Tengo a mano los resultados de la acción de los inspectores de la Dirección Integral de Supervisión, DIS, durante el mes de diciembre del 2015. Dice el documento que en ese periodo se aplicaron, solo en el centro de la ciudad de Camagüey, 263 multas por valor de 77 730 pesos. Las principales incidencias en la esfera del comercio y la gastronomía fueron a causa de precios no visibles de la mercancía, venta de productos vencidos, afectaciones en la cantidad vendida, incumplimiento de medidas sanitarias, pesas no controladas, etc. etc, mientras que en el Transporte faltan licencias operativas y circulan de equipos sin revisión técnica.
Sobre la vía publica hay multas a obstrucción de aceras, vertimiento de desechos sólidos, venta de productos industriales indebidos, falta de facturas de materias primas utilizadas y ausencia de documentos legales.
La lista puede ser mas larga, pero por todas parte aparecen las peludas orejas del lobo a través del robo, maltrato y burlas a clientes y consumidores, ocultamiento y adulteración de productos, indisciplinas y delitos tan graves como el circular transportando pasajeros sin licencia o chequeo técnico. En esa red claro que no podría faltar el romper una calle para asaltar redes del acueducto, construirse rampa en las aceras y venta de productos industriales que nadie ha autorizado.
En este punto nuestro y aparte del “resbalillo” del que les hable cuando transitamos por el trillo, José Martí avizoró al reflexionar; “Las fallas no han de verse cuando las tenemos cerca,  sino cuando las podemos prever”.

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