martes, 10 de mayo de 2016

El periódico, el gobierno, el pueblo y los boniatos



Conocí a un pseudo filosofo callejero que alguna vez, al reflexionar sobre el alcance de la prensa, dijo que lo bueno de la utilidad de los periódicos era que servían lo mismo para tumbar un gobierno que para envolver una libras de boniatos.
Y pensándolo bien, no le faltaba razón, porque la influencia de los periódicos siempre ha sido notoria en una escalada que va desde lo sublime a lo ridículo.
 
Ahora deseo llevarles a un tema atractivo. A lo largo de años he estado vinculado en alguna manera con el intercambio de correspondencia con los lectores y así hemos pasado la mas de las veces como confesores, confidente y hasta orientadores públicos en ese o aquel dilema en estas historias cotidianas de días como hoy.
Nuestra profesión, en este estilo de ti para mi donde abundan las cartas, llamadas telefónicas, entrevistas personales, largas antesalas, puertas que apenas se nos abren (algunas no se abren para nada) nos ha permitido conocer miríadas de personalidades y personajes en sus diferentes diseños. Algunos como son en realidad. Otros como desean hacernos creer que son. Unos cordiales y otros hipócritas en una galería de géneros, porque los hay vulnerables, desprotegidos, optimistas y agradecidos. Gente noble y creyente. Pero los hay latosos, ampulosos, pillos y por supuesto, no pocos oportunistas profesionales. Ya se sabe. Nadie es perfecto.
Convivimos con la multitud cotidiana que en la calle lucha en su forma y manera con todos sus destinos. Bueno o malos. Mejores o peores. Y cuyo pulsar llega a las páginas del periódico cuando se siente atropellado o se estima agredido y violado sus derechos. Esas son las relaciones que hemos ido perfeccionando con una forma de hacer y decir que a ratos nos obliga a transitar por las siete aguas calientes y de donde enfrentamos esas relaciones publicas de útil bien publico.
Desde hace años, pues, el periódico en particular y la prensa en general, bate un ajiaco de quejas y reclamos por parte de la población que está en una acera, y que recibe respuestas y explicaciones que llegan desde el otro lado de la calle. No debería de extrañarnos esa interrelación, púes es la propia coloratura que pulsamos en la calle.
Con el ejercicio de la profesión observo que con los años estas relaciones de la prensa con el publico se transforman. En la población se está generando una cierta cultura “periodística” donde el criollo de a pie ha detectado que muchos y una buena parte de sus problemas pueden ser solucionados desde las páginas de un periódico y no desde una determinada oficina burocrática de atención a la población e incluso ni desde sus asambleas de rendición de cuenta.
 Quiero decir con esto, que en lo actual existe una mayor confianza de solución en las gestiones realizadas a través de la prensa que desde el despacho de un funcionario publico.
Ello se registra no solo en el numero de personas que abordan cada día los medios de comunicación para exponer sus denuncias y criterios, sino en los termas tratados, pues si en un principio la mira se encaminaba hacia asuntos vinculados con recogida de basura, alcantarillas tupidas o calles y caminos en mal estado, ahora hay temas a pensar relacionados con aspectos legales de tierras en disputa, desavenencias por viviendas, inconformidades jurídicas y hasta escamoteo de herencias. Se desentierran situaciones añejas, problemas comunitarios que por su antigüedad en los reclamos pueden ser nominados como patrimonio de nuestra humanidad.
Usted puede fácilmente interpretar que cuando la población toca esos aspectos tan complejos en sus llamados de socorro y orientación es porque en el otro cielo de mas arriba hay mecanismos obstruidos y adulterados debido a espacios ocupados por la incompetencia y el compadreo.
Y tanto es así, que cogidos in fraganti, hay respuestas desvergonzadas que no dicen nada, como no sea justificar y explicar lo que no tiene explicación y que se conoce solo porque lo publicó la prensa, pues de lo contrario todo hubiera quedado en los entre despachos de las dependencias y las administraciones burladoras de la ley y protegidas por otras “leyes” de ese sociolismo rampante que se mueven entre telones.
 Los resultados del VIII Congreso del PCC ofrecen un buen espacio no solo para la reflexión, en sus resultados y documentos hay sobradas armas para enderezar el timón. Por supuesto que en este pueblo polivalente que somos esa tarea no es solo de los comunistas, es la de todos los revolucionarios y aun de los menos revolucionarios. De el conjunto de aquellos que contamos con este necesario sentido equilibrado de la justicia y la identidad del entorno social. Necesitamos que las cosas se hagan como tienen que hacerse. Por supuesto que la prensa reconoce en esta batalla cotidiana cuanto peligro acecha en estos giros de la burocracia y el cabildeo. Nos lo esta alertando el pueblo en mucha de su dolida correspondencia. Se esta adivinando en no pocas respuestas resbalosas e esos reclamos.
El periódico, ya lo dijo el filosofo, no solo se hace para envolver una libra de boniatos.

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