lunes, 23 de mayo de 2016

Pozo de Vilató en la agenda del Comandante



Primero fue Caracamisa, muchos años después Cocina Alta y luego Cubita Arriba. En ese puerto de la sierra al finalizar la Guerra de Independencia se avecindaron isleños y criollos, los primeros, dispersos soldados españoles, campesinos pobres en su tierra y los segundos cubanos a quienes sorprendió el fin de la guerra por este lado y que aparte de estar de alzado en el monte, ya no sabían hacer otra cosa.
Años adelante en torno a un sanatorio que hizo montar la Jaronu Sugar Co. aprovechando el clima del lugar para la miríada de braceros que llegaban a los cortes y enfermaban de tuberculosis se levantó una miserable ranchería. Con el tiempo después y hasta ahora es Pozo de Vilató, Pero esa es otra historia. 
 
Bajando desde Judas de La Cunagua, al noroeste, en septiembre de 1966 el Comandante en Jefe emprendió una recorrido por la llanura costera del norte camagüeyano revisando proyectos agrícolas de una región comprometida con el monocultivo de la caña pero con muchas mas posibilidades de desarrollo.
En un punto de la ruta, por las inmediaciones de Lombillo, tomo el abandonado terraplén que hacia el sur enrumba hacia la capital de la provincia, pero para eso debía de trasponer la Sierra de Cubitas a través de Cubitas Maduro – Pozo de Vilató y bajar por el antiguo carril de Hinojosa para alcanzar Paso de Lesca.
Carlos Alfonso Fernández nació en Pozo de Vilató, lo primero que recuerda de su vida fue trabajar por un peso subiendo arboles para tumbar dos mil mameyes. Pero aun podía ganar otro peso por llevar esa carga en un arria a Camagüey. Para eso debía de salir a las cuatro de la tarde para estar en la ciudad a las nueve de la mañana. Lo único que se movían en esa ruta eran caballos y carretas. Morirse era mejor que enfermarse. Así dice Carlos Alfonso que ya tiene sus buenos 87 años.
Luego de 1959 se logró levantar casi a la entrada del caserío, por el camino al desfiladero y como recostada a un bosque de cedros, una rústica escuela de guano, tablas y piso de tierra con una única aula, al entonces joven Carlos se le dio la responsabilidad de atender a las maestras residentes sierra abajo por la zona de Yabunal.
Lo que sucedió al atardecer del viernes 9 de septiembre de 1966.
Bueno, ese día voy para la escuela con las dos maestras que andaban revisando no se qué, y veo desde lejos a un grupo de personas allí. Estoy lejos pero distingo a uno y me sale aquello de; !Coño, ese es Fidel!.
Y las maestras diciéndome:!Vamos a virar, vamos a virar que si es Fidel nos va a estar preguntando cosas hasta mañana! .
 Pero que va, seguí para la escuela. Como mi casa esta muy cerca de la escuela, pues ya mi padre estaba allí con Fidel. Cuando llegó le dice, Mire Comandante, este es mi hijo, y el me saluda y me tira el brazo por encima para preguntarme que cosa hacia y le pregunto a mi padre que si se podía quedar aquí, en esa casita que esta aquí y que era la escuela, y mi padre le dijo mire comandante, tengo una matica de mangos allí vamos para que la vea. Esa no la abracan todos los que viene con usted. ¿Dónde esta? Y fuimos para allá y el se quedo asombrado de aquel árbol. Allí Fidel le preguntó que porqué no sembraba café caturra. Mi viejo se rió, Yo tengo caturra, venga para que vea como está de cargado, Fidel fue y se puso a sacar cuentas, pero que va, aquello no le daba. Después el viejo le dijo que le iba a dar un puerco para la comida. No, el dijo no, vamos a conseguir unos plátanos, una yuquitas. Mi padre me dijo agarra un caballo, ponle el lomillo y un cerón y trae un poco de plátanos
Hicimos un hueco para asar los plátanos, y el preguntando, cómo estarán los plátanos esos, y lo pincho uno con un tenedor. Muy buenos, dijo
Después una compañera le preguntó;,
¿Comandante, hay posibilidad de que nos ponga una guaguita a Camagüey?. El preguntó a otro de quienes le acompañaban si aquello era posible. Echaron unas cuentas y le dijeron que eso era posible. Y le dijeron, mire, le vamos a poner dos guaguas, una a Camagüey y otra a Esmeralda. A los pocos días llegaron las guaguas”. 
 Esa noche durmieron aquí en la escuelita, que es la Conrado Benítez, y cuando los vecinos y la milicia de Vilató quiso hacer guardia, la seguridad del Comandante nos dijo que no, que ellos se ocupaban de eso, que nos fuéramos a dormir, que al otro día tenían que salir temprano. Yo fui y les conseguí un farol, de los que usaban los alfabetizares para que esa noche tuvieran luz, Ese farol lo he guardado, porque se que forma parte a de la historia de este pueblo.
Al otro día muy temprano estuvo hablando un rato con algunos vecinos y salio hacia el Paso de Lesca. Hizo un alto antes de subir la cuesta, por Ocujal, para donde esta ahora el pozo, pero entonces no había y por allí le tuvieron hablando sobre la falta de agua. El caminó por los alrededores hasta que se paro en un sitio y dijo, Aquí hay agua, aquí es donde hay que excavar. Eso se hizo así y se llegó a mucha profundidad. alguien le dijo que la tubería no alcanzaba, que había piedras. El dijo, empaten las tuberías, rompan las piedras, debajo está el agua.
Y así fue. Pero con el tiempo eso se rompió y ahora tenemos agua del pozo viejo”

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