miércoles, 22 de junio de 2016

¿ Es acaso la calle, el monstruo moderno ?



Hace muy poco en mis andanzas por bibliotecas, al voltear páginas de viejos diarios encontré un articulo titulado La calle, el monstruo moderno, redactado hace mas de medio siglo por un conocido periodista de la época. Nada extraño si se tiene en cuenta que en días como hoy otros colegas abordan a su forma y manera el igual tema citadino.
De una a otra época y saltando distancias muchos pasajes resultan tan actuales como el pan nuestro de cada día, de allí que sobre las mismas calles, aceras y esquinas, y a pesar de todo, hoy somos iguales, pero diferentes. 
 
La realidad es que de la influencia de la calle nadie escapa, por necesidad material y espiritual de la vida en la calle pasamos una gran parte del tiempo. En ella se pierde la convivencia privada para para convertir esa comunidad en libre espacio de la concurrencia del tumulto. La calle siempre es dura de presencia y alma, porque en ella perviven las luces y las sombras de quienes por ella transitan.
La calle es la eterna arena pública donde lidian sin descanso los ululantes espíritus del egoísmos, bondades, ambiciones y despiadada indiferencia. Soberbia de unos e hipocresía de otros. La calle es el magnifico escenario donde todas las generaciones, transitan agobiados u optimistas, triunfantes o humillados. Muchas veces usted o yo soñamos con nuestras calles ideales. Aquellas de los amigos de la esquina y la luz de la novia bajo el portal. En esas aceras y aquellos zaguanes se diluyeron el principio y fin de ese universo que hoy solo existe en nuestra imaginación.
 La calle absorbe a todas las profesiones, sexos, colores, ideales,religiones. La calle es la verdadera arca de Noé de la humanidad. Sobre ella han navegado y navegan los hijos y los padres, y aun a los padres de los padres en una conjugación se impone la libre determinación. Donde el espacio se pide o se toma por la fuerza. O cedes el paso o te lo quitan.
La calle es el mundo por donde se mueve el caminante. Víctimas todos de la incultura vial en una sinfonía de chirridos, tornillos y voces que se pierden entre las paredes y los caminantes. Musica de concreto y asfalto que ni siquiera tiene compasión para la sombra del perro perdido en la mas terrible de todas las angustias, la soledad y la indiferencia a la vista de miles. Esa es la única advertencia que nos hace el espíritu callejero; nadie que se pierda en ella tiene salvación.
La calle es como la misma existencia humana por donde pasa el tiempo de la humanidades con amores y desamores en una vía que conforma nuestros pasos. La calle siempre es difícil para quien busca respuestas, para definir el porque se violan tus derecho ciudadano a ser bien tratado, a recibir los buenos días o que te pidan permiso al pasar a tu lado. Y todo es mas difícil aun de comprender cuando descubres lo anodino de las tantas leyes, reglamentos y normas colegiadas parece, para tener el gusto de violarlas. Lugar donde cada cual cree que es suyo el espacio publico y donde la cultura transita en chancletas y la educación del individuo pacotilla inútil
 La medula de aquel articulo periodístico de hace cincuenta años en lo sustantivo no ha cambiado. Unos personajes han desaparecido, pero otros se han multiplicados. Algunas imágenes se han borrado para bien, pero otras sombras han crecido para mal. En cincuenta años nuestra ciudad es la misma pero nosotros no. ¿Hasta cuándo seremos iguales?

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