Hace
poco un amigo, sarcástico por cierto, me dijo que en lo actual tal
parece que un cantero de hortalizas da más dinero que un central
azucarero. Sacaba cuentas de los precios que en lo actual nos quitan
la respiración y desfondan los bolsillos a pesar de las reiteradas
advertencias y acciones estatales que a las diez de últimas y con
total irrespeto se diluyen en la nada.
Los
Órganos del Poder Popular diseñados para chequear y exigir el
cumplimiento de la legalidad no acaban de aterrizar, y aunque la
Comisión Permanente de Defensa, Legalidad y Orden Interior en el
municipio Camagüey coloca por delante sus mejores oficios, lo cierto
es que acá en el vecindario afectan insuficiencias organizativas y
como bien señalan en un documento presentado a la Asamblea
Municipal, persisten fisuras en el tratamiento comunitario como
resultado de un deficiente trabajo preventivo de las instituciones a
cargo. En realidad, donde esta el pollo del arroz con pollo es en el
barrio, que es el sector mas sufrido ante las carencias y la bolsa
negra de este inframundo de latrocinio, especulación e ilegalidades
que corroe casi siempre la sociedad mas necesitada.
Me
resisto a creer que el cubano de a pie se haya aclimatado a la
continua ocurrencias de delitos económicos que se suceden a la vista
pública. A la venta descarada de artículos de dudosa procedencia. A
sobre precios escandalosos. A la estafa en pesos y medidas como la
cosa mas natural del mundo. En verdad no estamos adaptados a ese
oscuro comercio y aunque siempre nos resistimos, sucede es que por lo
general ni el reclamo ni la protesta sirven de nada para la actuación
inmediata. No es que una autoridad deba estar al lado de cada
vendedor, el caso está en que ese vendedor tenga la conciencia que
cualquier burla a la ley le va a acarrear una muy seria sanción.
Pero ese equilibrio de honradez se ha perdido y como la corrupción
tiene determinados niveles organizativos quien debe exigir también
perdió lo perdido.
Ricos
de nuevo tipo asaltan la sociedad cabalgando sobre falsificaciones
de documentos, malversaciones y estafas corrompiendo el entorno y
arrastrando con ellos a funcionarios de cualquier nivel. La impunidad
parece haber generado un estatus de prepotencia y exhibicionismo de
bienes materiales que lastima a una comunidad que sabe como estos
bienes, incluyendo mansiones millonarias, proceden de re juegos
ilícitos. Por supuesto que en esta nomina se extiende a fábricas
clandestinas de cervezas y refrescos, puntos de venta de aceites,
carnes, de cerdo y de res, y una larga lista de ilegalidades a la
cuenta de la especulación y el acaparamiento.
Se
ha avanzado tanto por ese camino que ya no solamente es necesario,
sino urgente, revertir esta situación o nos vamos directo a un
humedal del que nos va a hacer difícil salir. No bastan las buenas
intensiones ni leyes, ni disposiciones certificadas sobre papel. Es
preciso en este momento darle a la sociedad el mazo de la justicia
pero sin medias tintas. Es la hora de “desafiar poderosas fuerzas
dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional”. Pues
bien, vamos a la lucha. Pero que conste, aquí no hay retaguardia.
Triunfamos o no hay futuro.
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