martes, 1 de octubre de 2019

Cemento, ladrillo y arena……



Y finalmente, luego de años, con alguna plata, acopiamos ánimo, voluntad y entusiasmo para acometer obras de remozamiento en mi casa. No una obra de gran vuelo, pero si tareas básicas como repello, fino y pintura en este o en aquel descorchado de las paredes, con independencia del trastejo del techo para lo de las goteras que nunca faltan en una casa colonial como en la que resido.
Me asesore con un par de emprendedores albañiles y reuní algo del material que estime necesario. Pobre de mi.
Aunque podría escribirse una enciclopedia sobre el tema, solo tengo ánimos para esta pequeña nota que es pálido ejemplo de lo que significa el aquello de que; “ quien no se mete en la construcción, no sabe lo que es la vida”.
El día que llevaron el andamio a la casa fue como el acto de abanderamiento e inauguración de las obras, porque por fin, por fin….y me felicitábamos en la familia por mi decisión.
Después de los primeros veinte días ya estaba desesperado porque tiraran toda esa mierda de tubos y tornillos para la calle. En dos semanas había gastado el doble de lo calculado en cemento, que por demás era una odisea poder hallarlo y cuando me lo tropezaba el precio me dejaba sin aliento, sin transporte incluido. La arena en sus dos versiones, gruesa y fina, casi tuve que ir a palearla a la playa de Santa Lucía.


 Por todos estos días debí ocuparme también de corretear por los catres y mercados de la ciudad en busca de alambre eléctrico, teipe, tornillos zócalos, interruptores, canaletas, ect.,
Lo peor, (si es que hubo algo peor), es que jamas imagine que en mi vida yo hubiera reunido tal cantidad de cajas, muebles y trastos pues obligado por espacio y circunstancia, convivimos todo el tiempo en el lugar de la obra. Moviendo estantes, cocina, mesas, sillones y camas como en un juego de ajedrez para dejar espacio a los trabajadores que desde lo alto del andamio daban instrucciones para ubicar las piezas.
Para esos momento nada quedaba de aquel acopio de ánimo, voluntad y entusiasmo con el que me lance a la misión soñada pero convertida en pesadilla. Se nos transformo el carácter. Mi esposa y yo nos tornamos ríspidos como papel de lija. Limpiar la casa cada día a la conclusión de la jornada parecía no tener en cuenta noches o madrugadas y cuando en un par de días acueducto nos dejo sin agua estuvimos a punto de suicidarnos de la lampara de la sala.
Luego vino la segunda parte de esta película de terror. Llego lo de la pintura. No la excelente pintura de precios multiplicados en cucs, sino una pintura mas o menos recomendada que al menos ofreciera presencia de hermoseo. Mas de una vez le di la vuelta a la ciudad de Camagüey con dos tanquetas a bordo de un bicitaxi en busca de esa “buena” pintura. .
Por supuesto que la cuenta de los albañiles era diferente a la de los pintores., Que eran los mismos a la hora del cobro.
 Ya cuando a los veinte días queríamos tirar el andamio para la calle, faltos de ánimos y recursos para continuar lo que comenzó con tanto jolgorio, estábamos terminando. Nos aconsejamos y nos llamamos a la armonía. En definitiva teníamos que jodernos porque en realidad nadie nos había obligado, empujado o presionado para acometer lo que estimamos sencilla operación de remozamiento.
No hubo acto de clausura. Ni brindis de despedida. Todo pareció apagarse como una vela.. En fin nos vimos libres con la casa aun sin ordenar. Sin saber por donde íbamos a empezar a colocar en orden o deshacernos todo aquel amasijo de muebles, sacos, basuras y lomas de arena. Pero al fin. Por Fin. Dejamos todo como estaba y nos fuimos a dormir ni felices ni contentos, pero si agotados como galeotes. Nos merecíamos una buena mañana sin el sobresalto de la “brigada”
Al siguiente día bien de mañana llego la sonriente pareja de albañiles – pintores. Descargaron una escalera de un carretón y sin mas, me saludaron !Bueno prófe, vamos a caerle ahora a lo de la electricidad porque la cablería está en candela!


No hay comentarios:

Publicar un comentario