viernes, 23 de noviembre de 2012

El poder de la voluntad

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Según el plan indicado por el médico fisiatra, durante diez días debí asistir a la Sala de Rehabilitación aledaña a mi policlínico, para atenderme un espolón calcáneo. Y fue allí, donde conocí a esta muchacha, ágil, menudita y muy diestra en su profesión.

Una de esas mañanas cuando esperaba para el tratamiento, otra de las especialistas, le solicitó que me atendiera para la aplicación del láser. No recuerdo como me di cuenta de que esta muchacha era ciega y entonces para corroborarlo le pregunté si no veía, a lo que contestó afirmativamente pero que no tuviera miedo.


Le dije que yo no tenía miedo porque si ella estaba allí era porque sabía hacer su trabajo.

Aunque en el resto de los días de mi tratamiento, ella pasó a otro departamento aledaño, comencé a observarla y ver como sus compañeros y pacientes la trataban con mucho cariño y respeto.

Entonces se me ocurrió hablar con ella y solicitarle, más que una entrevista, una conversación sobre su profesión y cómo llegó a ésta, además de otros temas de su vida.

Y aquí estamos con una interesante historia de empeños, de mucha dedicación y de sueños alcanzados y por alcanzar.

“Mi nombre es Bárbara Santiesteban Rodríguez, tengo 35 años, soy casada y tengo dos niños y desde pequeña padezco de miopía y retinosis hasta el extremo de quedar ciega a los 19 años”.

“Así y todo mi empeño era estudiar, ser alguien, tener una profesión y mucho del logro de mi sueño se lo debo a mi madre, la que me apoyó mucho, me daba ánimos en todo momento y no me dejaba flaquear. Ella sabía que con la sobreprotección me hacía daño”.

Logré graduarme en la enseñanza media de técnico en rehabilitación, pero no me conformé y continúe estudiando la Licenciatura en Rehabilitación”.

“Hoy me siento orgullosa de ser una licenciada en esa especialidad y trabajar para que otras personas recuperen su bienestar físico”.

“Primero trabajé en el salón de rehabilitación del hospital “Amalia Simoni” de aquí de la ciudad, donde también labora mi esposo en esta misma especialidad, ah! Se me olvidaba decirte que él es ciego también”.

“Luego, para acercarme a mi casa, me trasladé para esta sala de rehabilitación, donde me siento muy bien”.

-¿Cómo haces para poder dominar el funcionamiento de los equipos?

-Me los sé de memoria. Fui aprendiendo todo el manejo de esta tecnología, al igual que el masaje especializado.

“Pero yo quisiera cumplir otro sueño, que es el de poder cooperar con una misión internacionalista, aunque algunos dicen que por mis condiciones es imposible, sin embargo yo soy un ejemplo de la grandeza de nuestro país, de cómo una persona discapacitada puede estudiar y convertirse en licenciada”.

“Cuba le ayuda a otros países para que sus discapacitados se inserten en la vida social y yo soy un ejemplo para que esas personas de otras naciones se conviertan también en profesionales”.

-¿Eres feliz...?

-Claro que sí, porque tengo una profesión, un trabajo, una familia, con mis dos hijos y mi esposo.

“Vivo en un país donde no nos discriminan, donde la exclusión no existe para las personas que no podemos disfrutar de los colores de la vida”.


Por, María Socarrás Hernández
Foto: Otilio Rivero Delgado aa


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