miércoles, 26 de diciembre de 2012

La autoestima del camagüeyano





En Cuba hubo una época en que todo el mundo creía que cada camagüeyano tenia una finca y 500 cabezas de ganado. O al menos una fábrica de quesos. Es cierto que hubo grandes haciendas pero también es cierto que hubo quienes creyeron que con cuatro matas de platanos en el patio tenia una finca.
 
Ser camagüeyano es una especie de distintivo patrio. Un orgullo nacional. Por supuesto que esa identidad no se gano en un día. Cuando los habitantes de Santa María del Puerto del Príncipe tomaron el camino del éxodo desde la bahía de Nuevitas y se internaron tierra adentro, ya se sabía que las cosas iban a cambiar. Especialmente porque íbamos a dejar de comer pescado por mucho tiempo.

A partir de entonces y a lo largo de su historia los criollos empeñados en hacer sobrevivir la villa no fueron tan pacíficos como era de suponer. Durante siglos se dedicaron a contrabandear, robar ganado, comerciar con los bucaneros, luchar contra los piratas, declararle la guerra a los ingleses, tocar campanas, conspirar contra la corona, combatir a España, imprimir periódicos, expulsar a las tropas norteamericanas de la ciudad e inaugurar la república con La Chambelona, una guerra civil con nombre de prostituta.


 Todo eso sucedió en tan poco tiempo que la llegada del siglo XXI parece sorprendernos. Tal vez por eso algunos de ahora sueñan con que las cosas deben caerle del cielo. O recibir una herencia. Basta conque usted tenga un apellido más o menos ilustre para creerse con derecho a alguna herencia. Que es un seguro pasaje a perder el tiempo correteando tras abogados, papeles y libros polvorientos que al final no le dicen nada, aunque crea tener ancestros en Constantinopla. De todas formas muchos quedan con la  esperanza en pie.

 Reconozcamos que esa forma de alcanzar el bienestar es solo idea de quienes siendo pobres, tienen el gusto de ricos. Esa es la gente que por lo general vive llenos de proyectos sin realizar ninguno porque para ellos es más importante mañana que hoy. Por eso hoy no hacen nada. Mañana tampoco. Esa es la forma en que muchas cosas quedaron improvisadas.

 Dejadas para después y munca terminadas. Por alguna razón las cosas improvisadas son las que más duran. Siempre en estado de veremos. Igual que las amantes viejas con las que se improvisa un amor. Los amores improvisados se quedan para siempre. Hasta que al final de sus años de servicio las jubilamos como si fuera un empleado por cuenta propia. Y hasta le llevamos una jabita de algo de vez en cuando. 
 
Por años el lugareño estuvo orgulloso de dos cosas. Por el titulo nobiliario de la nobleza y por dominar el buen decir del idioma. Lo de la nobleza puede discutirse pues algunos de esos títulos llegaron con la punta del látigo de los mayorales y eso no le hace gracia a nadie. Como símbolo de los tiempos y a pesar de ese abolengo, ahora muchos de los antiguos palacetes de aquellos nobles de titulos importados tienen en la fachada el escudo de la familia y dentro una cuartería. Imagino que el aislamiento en que se desarrolló la villa no contaminó el idioma.

 Por eso aun tenemos el tratamiento diferenciado de usted. ¿A dónde váis?. Decídme vos, No seáis faino. Abur y otras cosas que se han achaparrado y contaminado. Eso es historia antigua pues cuando a finales del siglo XX tuvimos la invasion oriental hacia occidente nos llegaron los acordes de los naguitos trastocando la lengua. Lo otro lo pusieron las incursiones habaneras con el chucherísmo rampante. El resto se anota a la cuenta del mal gusto con que miriadas de charangas musicales insisten en hacernos creer que forman parte de la curtura nacional.

Sacando cuentas he notado que antes del 1959 el nuestro no era un pueblo de viajeros. Por eso imagino que si el malecón y el ten cent de la calle Galiano no estuvieran en la capital, nunca hubiéramos ido a La Habana. Y como dijo un popular filósofo local, si la virgen de La Caridad no estuviera en Santiago de Cuba nunca hubiéramos conocido a Oriente.

 Hoy hay lugareños regados por las 15 provincias en todas las profesiones inimaginables y algunos, para mantener la tradición, siguen hablando de la finca del abuelo y de la calidad del queso camagüeyano. Alguna vez los sociólogos deberían de investigar las causas por las que aun hoy tantas puertas se abren ante la tentación de un queso camagüeyano. 
 
A pesar de esos avatares, el camagüeyano mantuvo su impronta regional en esta historia que les cuento. Siempre valoró no solo los blasones de su historia y cultura, sino los resultados de su trabajo. Por eso se siente muy a gusto con ser ciudadano de las mayor provincia del país. Territorio ganadero, agricultor y azucarero. Alguna vez a ese auto ego le subió tanto la temperatura y se sintió tan fuera de serie que algunos despistados no dudaron en gestionar un titulo de estado federal. Eso no era raro entonces. Recuerden el canal vía Cuba que supuso partir en dos la isla a la altura de Matanzas

. Finalmente embuidos de su patriotismo ejemplar los camagüeyanos por mayoría decidieron mantener unido el país. Salimos ganando todos. La autoestima del camagüeyano nunca ha estado en el limbo. Por el contrario. Desde el Ecuador un amigo lugareño me envió una foto de su oficina, a la entrada hay un cartel bien grande que dice;”Si ser cubano es nuestro orgullo, ser camagüeyano es un privilegio”.! Y cojóyo,seguro que si!..

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