martes, 18 de junio de 2013

Desalojo colectivo de viviendas en Camagüey




La percepción de Ovidio Piñeiro Ramos es prodigiosa. Ni el más mínimo detalle del desalojo ni de los hechos sucedidos hace varias décadas escapan de su memoria.


A los 85 años este hombre tiene el don de reproducir imágenes que tocan las fibras más íntimas del interlocutor sobre aquel ambiente citadino en que vivieron doce familias en la antigua fábrica de hielo “El Nuevo Fénix”, del reparto Las Mercedes, hasta un día en que efectivos de la guardia, por petición de los dueños, dieron un plazo de 24 horas para que abandonaran el lugar.

Piñeiro, quizás el único testigo excepcional con vida del despido, testimonia que los propietarios de la planta no residían aquí, pero que tenían sus representantes en Camagüey que corrían con la Sociedad Anónima.


En aquel batey había doce casas que estaban incluidas dentro de los gastos de la fábrica, pero figúrate los dueños tenían que pagar una cantidad de dinero enorme y aquello llegó el momento en que no daba. Estuvo cerrada y la gente, viviendo allí. Otras personas arrendaron el negocio y fracasó.

Relata Piñeiro: “Con los mismos trabajadores que vivían en ese lugar y que conocían el movimiento de la fábrica, los que la alquilaron la abrieron transitoriamente. Esas personas fueron a vivir en el chalet (que era del administrador) pero llegó el momento del pago de impuestos y se j…. la cosa”.

La planta tuvo amplia clientela que solicitaba hielo en cuadritos para los bares y rememoró los tres o cuatro carretones, halados por mulos, bien cuidados, que salían tempranito con diez y doce bloques, de 315 libras, para distribuir el producto por la ciudad, medios de transporte desaparecidos con los nuevos inquilinos.

Después marcaron el panorama otros hechos aún estando los arrendadores. Surgió la cooperativa creada, al margen de los dueños, por el padre de Ovidio, el viejo Pepe, en compañía de dos personas más que adquirieron un camión, para más detalles, pintado todo de amarillo, con la inscripción de la fábrica para comercializar el hielo por varios pueblos fuera de la ciudad, incluido Guáimaro. 
 
Cada uno de los trabajadores tenían una casa donde vivían. La corriente de los hogares provenían de los alternadores de los motores de la fábrica. El batey estaba alumbrado, es decir, que los que los residentes en los inmuebles no pagaban luz, ni agua, ni nada.

La cosa se puso mala y los dueños querían vender eso o deshacerse del negocio, cogieron a los efectivos de la guardia y le dijeron: la fábrica está cerrada y digánle a los trabajadores: 24 horas para que abandonen el batey.

Cada casa estaba valorada en doscientos pesos. Pueden desbaratarlas, llevarse la madera, venderla, hacer lo que les de la gana. Y el viejo mío pidió más tiempo y le dieron 72 horas”.
Piñero tuvo la suerte de llevar a sus padres a residir en una casa que poseía en la calle Tomás Betancourt, entre Jaime Nogueras y Bellavista, en el reparto La Vigía, mientras otros, como Silvia y Jorge, abuela y tío de este periodista fueron a cobijarse hacinados en mi humilde hogar, compuesto por mis padres y mi hermana, no muy lejos de la fábrica.

El padre de Ovidio, triste y acongojado, marchó a vivir con él, aunque el viejo le dijo: “¡Coño qué problema! . Él respondió: “Usted vive conmigo, tengo el capital más grande que hay, una juventud que vale millones de pesos y que usted no tiene.

A usted, como a los otros, los lanzaron para la calle sin ninguna jubilación”.
¿A dónde fueron a parar las familias? A donde pudieron. Todo el mundo tuvo que chancletear, aquello no era cuento. No todo el mundo vivió o vive para contar este desalojo que hubo allí, muy poca gente. Quedan los sucesores, pero de esto no saben nada”.

En los minutos que sellan la entrevista recordó la tecnología de la fábrica, los recipientes que utilizaban, la salmuera, amoníaco, de cómo la industria trabajaba 24 horas y que tenía una máquina de petróleo horizontal de 200 caballos de fuerza y una de poco más de 100, ésta última solo en funcionamiento en verano, época de mayor demanda de hielo para atenuar el calor. 
 
Mencionó luego las intensas jornadas de trabajo en ese  entorno  transformado por el tiempo y caracterizado entonces por una fuente central y dos grandes ceiba, Ovidio citó la ayuda prestada por él a su padre en la fábrica en llenar los tanques de agua que se convertían en hielo, proceso sucedido antes del desalojo aún trabajando él en el aserrado Pueyo.
 
NO PODÍA COMPRAR CON AQUELLAS FAMILIAS ADENTRO
Del dueño o los dueños de la fábrica de hielo “El Nuevo Fénix” nunca se supo. Eso fue un misterio. Al menos no obra tácitamente ni en los Registros de Propiedad ni en el Archivo Histórico Provincial.

 La búsqueda en la primera de las instituciones nos aproxima a que Plácido González Rojo y Pérez, natural de España y dueño original de los terrenos, vendió un lote de tierra de 2005 metros cuadrados de la quinta, nombrada Las Mercedes, a la Sociedad Anónima: Fábrica de Hielo El Nuevo Fénix S.A., representada por su mandatario verbal Francisco Domínguez Pichardo.

Éste y Aurelio Bazán Masvidal en su condición de presidente y secretario interino, respectivos del consejo de dirección de la Sociedad asumieron el trámite ante el notario José Julio Martínez Giralt en cumplimiento de un acuerdo de la Junta General de Accionistas.

En otra escritura, la número 134, otorgada en La Habana el 19 de mayo de 1958, es confirmada la venta de esa finca y tres más a Severino y a Alejandro Larrinaga quienes apoderaron a sus esposas, residentes en  la capital cubana.

Lo más que apareció en el Archivo Histórico Provincial relacionado con esta industria fue la carta y el expediente de solicitud, enviada al Alcalde Municipal, con fecha 22 de noviembre de 1927 para ampliar un salón de la fábrica de hielo.

Todo presuponía que los Larrinaga serían los negociantes que impulsaron en Camagüey la recepción y venta de materiales ferrosos almacenados en los terrenos de la antigua fábrica de hielo y transportados por ferrocarril hacia los puntos de embarque del puerto de Pastelillo, en Nuevitas, y de la capital para la industria siderúrgica.

Seguimos la búsqueda de una pista para acercarnos lo más posible a la realidad de lo sucedido en la antigua industria hielera y en eso recordé que Eddy Rodríguez Borroto fue a mediados de 1960 el interventor de la Empresa de Hierro y Metales S.A, consorcio con sede principal en esta ciudad, la cual controlaba toda la chatarra de las antiguas provincias de Las Villas, Camagüey y Oriente.

Dice Eddy que cuando llegó allí estaba toda la maquinaria sin funcionar y recordó que donde hoy está el edificio 12 plantas de la Doble Vía había dos chuchos del ferrocarril, el transporte más barato para la comercialización de la chatarra, aunque la idea de Larrinaga fue establecer un combinado de chatarra como el actual en funcionamiento en la Circunvalación Sur y ya en ese momento había comprado todos los puentes de hierro fuera de servicio en Cuba, depositados allí.

Texto y fotos de Enrique Atiénzar Rivero y de Otilio Rivero Delgado


1 comentario:

  1. Viví en la Fábrica de Hielo donde nací en Diciembre 1936 hasta el 1950 o 51, mi padre, Oliverio de Quesada fue administrador por 23 años y tengo muchos buenos recuerdos de esa época y recuerdo a todos los que vivimos en ese tiempo, recuerdo a Ovidiol Piñeiro y su padre por supuesto, quisiera oír de algunos más de ese tiempo que quizás entren en el blog que recibi a través de Emilio (Papito) Rizo vecino nuestro su familia que mantenemos contacto en el exilio en Miami. Ojalá pueda conectar con alguien. Gonzalo de Quesada y Rodriguez

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