viernes, 5 de septiembre de 2014

Notas sueltas sobre carneros, tiburones y botelleros de nuevo tipo.



Apenas leído el comentario publicado hace unos días por nuestro diario bajo el titulo de “Paripé”, mi vecina se puso las manos en la cabeza y se preguntó ella misma; “¿A dónde vamos a parar?”.
El viejo Carlos, que es mas ácido me dijo en un cruce de aceras, “Esto es una vergüenza ….¿hasta las cuantas vamos a aguantar?”.
Conozco y sufro las razones que tuvo el colega Sarmiento para de forma tan descarnada y directa seleccionar algo de la caja de Pandora que algunos descuidados han dejado abierta.
El tema de la corrupción a todos los niveles, pan nuestro de cada día en la calle y pie forzado y cotidiano de la prensa, no es en realidad nada nuevo, 
 
Es el lodo de aquellos polvos que fuimos dejando a lo largo del camino y que entonces, como diría el colega, hicimos el paripé de que no existían, imaginando o para hacer creer que la nuestra era una sociedad impecable. ¿Existe en verdad alguna sociedad impecable?. ¿Qué de la mugre heredada por años y años de miseria, gansterismo, latrocinio, miseria moral, corrupción, prostitución y mentiras?.
Ese paripé de hacer creer que éramos facilitó esa cultura adquirida durante épocas de metas productivas a todo costo y a toda costa, de precipitadas obras para saludar fechas que nos comprometieron calidad y resultados. Esto que sucede ahora y de lo que se escandalizan muchas personas como mi vecina, esa inconformidad ya gritada por el pueblo es simplemente el signo de los tiempos nuevos, el anuncio de que se esta acabando el silencio de los carneros.
Si la prensa tuvo poco o mucho que ver con pregones de triunfalismo no es tema a dilucidar aquí, ahora, lo real es que la prensa ha sido también víctima de engaños y falsedades que en más de muchas oportunidades le colocan en difícil situación ante el pueblo.
Los tambores de guerra del periodismo cubano contemporáneo convocan a la transparencia, la reflexión y la lucha por la integridad de la Revolución.
Si analizamos en detalle lo que aflora de corrupción, violaciones, encubrimiento, oportunismo descarado en todos los niveles, burlas a la ley y la presencia de ladronzuelos en este y aquel establecimiento comercial, despacho con aire acondicionado o esquina, nos damos cuenta de la magnitud de la falta de control, incumplimiento de deberes, complicidad, soborno y chantaje que cada día nos atenaza.
Sin dudas que este descontrol que padecemos, que este dejar hacer solo es posible debido a que ese elevado número de burócratas, inspectores, especialistas y funcionarios se encuentran sentados a la sombra de algún dios padre haciendo de las suyas.
Allá por los años 20 del pasado siglo, existió un presidente de la república corrupto cuya promoción electoral decía “Tiburón se baña, pero salpica”. Hoy nadie se imagina la cantidad de tiburones salpicando y corrompiendo una sociedad noble y humana, pero demasiado benigna engañada tantas veces que ha perdido credibilidad.
A fin de cuentas imagino que el nuestro se ha tornado en un país de botelleros. (botellero era el funcionario, el burócrata que detentando un puesto de trabajo solo hacia presencia en el a la hora del cobro de la nómina. Por lo general ocupaban el puesto debido a amiguismo, parentesco o conveniencia del “jefe” para pagar favores o compartir salarios; cualquier semejanza con actuales casos reales es pura coincidencias) Sucede por ejemplo, que por cada uno de nuestros consejos populares deambulan alrededor de 15 funcionarios de todo lo que hay que ver; Vivienda, Trabajo Social, Inspectores, Comunales. Acueducto, Salud, Comercio, Gastronomía, etc, etc, etc, ¿Algún presidente de Consejo, delegado o elector podría decir que en su área no existen problemas con cualquiera de estos frentes?
¿Y entonces qué hacen esos funcionarios, muchos de los cuales ni siquiera conocen las características de la zona donde trabajan?. ¿Cómo justifican el salario que reciben y, sobre todo, quien chequea y controla, quien pide cuentas y las da?.
Viejo Carlos, me preguntas qué hasta dónde vamos a aguantar ….. Pues hasta donde nosotros los de ahora, con transparencia y sin engaños, con los pies sobre la tierras y sin idealizar procesos, seamos capaces de limpiar la casa sin temor a trapos sucios sacados al sol.

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