miércoles, 26 de agosto de 2015

Estudiantinas



Señalo un filósofo que ser estudiante es un proceso de la vida en la que todos disfrutan la alegría de la juventud y la pedantería de las definiciones.
En realidad un buen estudiante es quien cree que lo sabe todo, nos atiborra con sus conocimientos y de eso hace alarde entre los estudiantes menos aventajados, pero a quienes en el fondo envidia porque tienen la ventaja de tener novia.
Como hoy en Cuba toda familia tiene un médico y mas de un licenciado eso nos sirve para tener siempre a mano en el barrio una receta para la acidez estomacal, una inscripción de nacimiento o nos arreglen la plomería del baño.
Supongo que hay estudiantes que no estudian por falta de tiempo debido a que se dedicaron a llenar las paredes de las escuelas de pintografías, “Nando y Yuli se aman”, “Olgui y Julito, amor para siempre”. En definitiva, a los dos años Nando no sabe quien es Yuli y aquellos amores eternos duran un curso escolar, cosa que es mas que suficiente para ponchar un par de asignaturas. Amor estudiantil que siempre creemos serio pero que termina con letreros impublicables dibujados en las paredes de los baños.
 
Hay estudiantes que cargan con una mochila de libros no tanto porque los necesitan como para que sepan que son buenos estudiantes, a otros les basta con una libreta de notas enrolladas en el bolsillo trasero del pantalón. Si a eso nos atenemos seria fácil definir qué depara el futuro a cada uno, pero conozco a magníficos profesionales que a clases llevaban un par de hojas de papel y ganas locas de salir del aula para ir a jugar pelota.
Solo nosotros los cubanos hemos inventado el estudiante que se hace célebre aun sin graduarse, por eso están en el deporte y en la política. A algunos de estos el titulo no les llega nunca pero si aparecen en las paginas de los periódicos.
Los estudiantes se clasifican como las estaciones, por temporada. Primaria con las tánganas tempranas por no querer ir a la escuela. Época de revoloteo en que se va descubriendo el mundo por asignaturas, creando amigos y compartiendo la merienda con el Corsario Negro y con el Zorro. Hasta el sexto lo grado lo mas que se ha logrado saber, junto a los conocimientos básicos, es colocar en dudas la honestidad de Blanca Nieve con los siete enanitos y la utopía de los reyes magos.
Como hoy en Cuba quien se lo proponga puede estudiar cualquier cosa, aun a la edad de secundaria hay dudas de hacia donde nos dirigimos y por eso proliferan noviecitas y descargas, con deseos de que las clases fueran por control remoto. Por esa época en formación aparece el sabichoso. El pedante que se las cree saber todas. El que primero levanta la mano para responder a la pregunta del maestro y quien se queda al final para borrar la pizarra. Las primeras carticas de amor, el bonche de los amigos y la admiración por el profesor de educación física mas que por el benemérito profesor de química.
El pre o el tecnológico es la etapa de la temprana maduración. Ser o no ser. Tornero o pediatra. Proclamamos la independencia hogareña por el solo echo de ser estudiantes mientras nuestros padres sueñan con el día de la entrega de titulo. Por esa época apenas si tenemos en cuenta que la estudiantina es una fase que acaba antes de darnos cuenta que ya no somos estudiantes. Aunque hay estudiantes que se pasan toda la vida como estudiantes.
La Universidad es la fase superior. Le época de la maduración final, solo que no todos maduran en igual forma. Como algunos aguacates. Por fuera verde y por dentro aguachentos unos y duros otros. La Universidad es el lugar donde dejamos los mejores recuerdos y los mejores amores. Donde creemos que somos cosas pero muchos pocas cosas hacen luego para ser y hacer cosas.  
De todas formas primer grado o quinto año. Aquí o allá. Nadie olvida sus aulas y sus maestros. A los amigos dispersos. Al tiempo perdido. Y caramba, cuantos de nosotros no quisiéramos volver otra vez a aquellas primeras aulas con olor a lapices y cartuchitos de merienda.

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