viernes, 19 de febrero de 2016

¿La culpa de la culpa es nuestra culpa?




Un ciudadano llegó a su casa a una hora imprevista y en el cuarto, junto a su mujer, encontró a un hombre absolutamente desnudo.
No es lo que usted piensa, se apresuro a decirle el extraño, solo le estaba demostrando a su esposa que cosa les va a pasar a ustedes si no pagan los impuestos.
Por supuesto que nadie de nosotros cree en la realidad de esa excusa.
A todos nos está pasando lo mismo cuando en algunas reuniones a las que existimos se dan explicaciones absurdas y para nada creíbles.
 
Tengo a mano el ejemplo de algunas reuniones de nuestros consejos populares donde sesionan con ausencia de los organismos que debían estar presente, al menos para enterarse de lo que de ellos se dice de allí. Por otra parte no siempre los funcionarios que asisten en representación de sus entidades son los mismos en cada encuentro, por lo que ni siquiera conocen lo que les toca informar ni que decir, como no sea “inventar al pie de obra”. Por supuesto que todo eso desemboca en la inestabilidad que existe para dar seguimiento a determinados temas.
A la larga y como las soluciones no llegan, las reuniones se multiplican. Cosa para lo que somos buenos, y estas son tantas que apenas si dejan espacio para actuar, que es donde somos malos. Es en ese punto cuando aparecen las absurdas informaciones y los compromisos que pocos luego se encargan de chequear.
La realidad es que hay poca percepción del riesgo por el que transitamos, indiferencia parece que nos empuja al callejón sin salida de estos numerosos niveles de impunidad en la corrupción y las indisciplinas sociales que hoy nos agobian.
Lo que sucede lo sabemos en la igual medida en que no comprendemos porque se dilata el enfrentamiento coherente a los delitos. No solo la PNR o los inspectores del DIS han de tener en sus manos la solución. En definitiva no toca a ellos educar, sino reprimir en el significado que la Revolución da a esa palabra.
Todos sabemos que por lo benigno, las multas no resuelven a pesar de que se desarticulan casas-almacenes, se decomisan artículos, arrendamientos ilegales, revendedores que “negocian” dentro de los propios establecimientos con la anuencia o no de los dependientes, (que en no pocos casos amenazados por alardosos “macetas”), cualquiera rompe una acera para construirse una rampa para su vehículo, por la calle Maceo circulan bicicletas y colocar basuras a deshoras en la calle es tan cotidiano que no vale la pena hablar de eso.
¿Cómo es posible que se reiteren esos delitos e indisciplinas en cuyo saco caen prostitutas y proxenetas, indocumentados y ambulantes?.
Del otro lado tenemos a las empresas que apenas si protegen a sus unidades y otras que con una atención difusa crean condiciones para el delito.
A pesar de que durante el mes de enero, por ejemplo, el DIS colocó 568 multas solo en el área de Ciudad 500, y de ellas el 70% se debió a indisciplinas sociales, la población no percibe lo que se hace porque por encima de todo la impunidad pervive y se reiteran o se esconden en justificaciones como la que hombre desnudo.
A la larga o a la corta todo esto viene a aterrizar en los consejos populares donde al tratarse estos casos se cae en cuenta que el implicado que debe estar presente no lo está, ni lo ha estado, ni lo estará, y por eso no se llega a las soluciones a las que debemos llegar. Por eso seguimos con el cuento del nunca jamás hasta el día en que nos demos cuenta de que a quienes se debe multar es a esos funcionarios que no acuden a sus consejos populares escudándose en otras reuniones y “deberes” urgentes, pero que no son las mas importantes.
Al otro lado de la calle descubrimos, tambiern se sabe, que la indisciplina a veces llega debido al acrobatismo burocrático que nos inunda las gavetas de papeles achacando demoras y olvidos a responsabilidades. Tenemos el ejemplo de lo sucedido a la ciudadana Alina María Martínez González, vecina de San Fernando, entre Tío Perico y Montera. Ella necesita hacer una acometida en el sistema de acueducto para tener agua en su vivienda. Realizó los trámites pertinentes con el organismo a cargo y allí le autorizaron el trabajo, solo que debía tener el permiso de Planificación Física. Planificación dijo que ellos no tenían nada que ver con eso. Acueducto que si no existe ese papel no puede hacer nada y Comunales se lavó las manos en lo que no le corresponde. Resultado, luego de tanto peloteo de una a otra oficina por días y días, Alina se decide por hacer el trabajo por cuenta propia porque ella lo que necesita es agua para su familia y no cuños y papeles. ¿Indisciplina de quién, entonces?. Sera bueno sacar nuestras propias conclusiones.

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