Vago; persona que tiene poca disposición
para hacer algo que requiere esfuerzo o constituye una obligación,
especialmente trabajar.
Tengo a la mano el libro Memorias
sobre la vagancia en la isla de Cuba.
Le invito a que le haga una lectura porque aunque fue escrito hace
más de 150 años por el insigne José Antonio Saco López, hoy
podríamos elaborar una versión similar y ampliada sobre esta
versión moderna de la vagancia criolla que sobrevive mal que nos
pese en días como hoy.
Se sabe que existe diferencia entre
desempleo y vagancia. De todas formas podemos considerar que por
años cierta inclinación a la vagancia fue el resultado de la
explotación y la discriminación que genero constantes crisis de
empleo entre las personas dispuestas a trabajar, en especial jóvenes
que llegaban a la edad laboral. Incluso hoy existen casos de
trabajadores que en un momento determinado quedan accidentalmente sin
empleo o pasan a la búsqueda de otro puesto de labor, tema que no
debe atribuirse al gusto de no trabajar .La vagancia por el contrario
es una vieja enfermedad amoral de la sociedad cuyas causas en estos
albores del siglo XXI, aunque no son las mismas, si tienen los
iguales resultados descritos por Saco en 1830.
En realidad la vagancia contemporánea
aunque no aflora por la resaca del desempleo aparece ahora burlando
la responsabilidad del empleo. Son estas imágenes diarias y ya tan
comunes en calles, plazas, dependencias estatales, comercios y
centros de trabajo cualquiera que sea su quehacer. Lugares donde
decenas de personas, hombres y mujeres, pierden el tiempo sin
importar horario ni fecha en el calendario. Mutando al vago
desempleado por el vago
asalariado, ausentes muchos de
sus puestos de trabajo o de sus aulas autorizados o no, dulce vida
que por impunidad y costumbre no parece inquietarles en lo absoluto.
Debemos reconocer que a la inclinación de
la vagancia “oficializada” en la sociedad cubana de este presente
contribuye la mala dirección administrativa y, ¿por qué no?, el
propio mal ejemplo de no pocos gobernantes de todas las épocas. En
lo actual la vagancia, como el marabú, persiste y resiste a los
ataques y medidas que siempre con tolerancia se despintan sin ser
aplicadas, como síntoma de que las direcciones administrativas no
actúan con seriedad para enfrentar este mal que no pocos lo estiman
con indiferencia como un mal menor, cuando en realidad es un cáncer
instalado en la cabeza del paciente.
No son pocos quienes señalan como un
origen de la vagancia en el país no la ausencia de empleo sino esta
maltrecha situación laboral que sin dudas existe, identificada en
altos indices de ausentismo, deficiente control administrativo,
improductividad laboral, entre otros temas, todo lo cual arrastra
mermas de producción, falta de calidad en los productos y servicios,
excesivo burocratismo, dilatados tramites oficiales, enrevesados
mecanismos oficiales para la solución de problemas domésticos, mal
trato a la población, descontento generalizado y por supuesto
desorganización del trabajo y falta de confianza de la efectividad
gubernamental que a las diez de ultima paga los platos rotos.
Todos estos indices y aun otros mas, urgen
no tan solo sanciones, sino un análisis profundo de las causas de la
vagancia desde su raíz, y que no es otra que la existencia de un
sistema económico y social disfuncional e incapaz de crear estímulos
atractivos al provecho, la laboriosidad y la creatividad, todo lo que
al cabo fomenta un ambiente de rechazo al trabajo aunque sobren
puestos de empleo como en realidad está sucediendo en nuestra
nación. Sin dudas que estos problemas no se resuelven con decretos
sino con una puesta en marcha de la “cultura de trabajo” hoy tema
retorcido y displicente .
Por otra parte y según los datos recogidos
para este comentario, en Cuba la población económicamente activa
tiene una preparación educacional en más de un 60% de nivel
universitario y técnico como resultado de la política educacional
del país hacia la formación masiva de universitarios a lo que se le
da amplia promoción a través de los medios de prensa, sin embargo
no siempre los graduados se suman a la profesión para la cual se
prepararon y pasan a realizar otras tareas ajenas, pero mas
remunerada y demandada, situación contradictoria, pues parece
restársele reconocimiento y oportunidades a la creación de técnicos
y trabajadores calificados, obreros de todas las categorías que son
quienes en realidad llevan sobre sus hombros el desarrollo económico
y social. Los resultados son ostensible y por eso hoy es cada vez más
difícil incorporar en oficios necesarios a carpinteros, albañiles,
plomeros, electricistas, secretarias, modistas, sastres, zapateros,
herreros, soldadores, y especialistas en diversos oficios. Este hecho
lo ha reconocido la prensa en más de una oportunidad, pero como
siempre, sin respuesta.
En sentido general debemos reconocer la
existencia en Cuba de la vagancia “autorizada” cuya existencia se
debe a numerosas y difíciles causas pero ninguna de ellas imbatible
si se retoma la educación laboral y si se encuentran mecanismos
capaces de desbloquear el desarrollo de las fuerzas productivas,
despertar el interés laboral impulsar el espíritu emprendedor
de los ciudadanos y dedicarnos mas “para
trabajar” que tanto “para bailar”.
(Agradecemos el pie forzado que para este
trabajo nos remitió el ingeniero agrícola Armando Guerra)
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