Estoy
a punto de tomar una larga pero no definitivas vacaciones. Unos
dirán; “!por fin dejó de joder!”. Otros, los amigos de siempre.
Los socios de verdad, extrañaran mi ausencia un par de días pero no
dejaran por eso de echarle el ojo a mi puesto en la computadora a ver
a quien le toca.
He
llegado, pues, a un minuto de recuentos.
En
realidad cuando transitamos hacia cierta edad lo vivido nos pasa la
cuenta. Lo dice Juan Manuel en su trova, porque aunque “Uno se cree
que los mato el tiempo y la ausencia …
ese tren compró boletos de ida y vuelta”. Y es que ese es un tren
sin atrasos que aunque no quieras llega siempre justo a la hora.
En
ese baúl de artesano confieso. que entre las cosas de las que de
verdad voy a descansar es de esa epidemia institucional criolla que
es el reunionísmo, a las que pocas veces asistí por voluntad
expresa. A veces me pregunto, ¿será que el cubano es tan cariñoso
que no puede hacer cosa alguna sin tener que vernos todos y saber
quien levanta la mano para aprobar o no?.
¿Se
imagina ustedes a Cristobal Colón convocando a sus marineros a una
plenaria a bordo de la Santa María para acordar qué ruta se debe
seguir con una producción diaria de cuatro nudos por hora?.
Estaríamos aun felices en taparrabos.
¿Cuántas
horas de vuelo llevo en esta profesión mirando pasar la vida desde
la butaca de una sala de reuniones?. Por lo menos debo haber dado
diez viajes de ida y vuelta al sol. He pasado a través de
tormentosas galaxias con rayos y centellas, por deslumbrantes sueños
o por suaves deslizamientos hacia la inopia donde no pasa nada. Con
la preocupación, por supuesto, de que en verdad no pasa nada.
En
realidad nuestra sociedad forjada con diferentes matices posee un
atractivo espíritu colectivo que en conjunto no pocas veces
contribuye a la solución de grandes desaguisados. Lo que repudio es
ese enfermizo síndrome que corrompe y desvirtúa la real importancia
y utilidad de intercambio de ideas y soluciones a través de
paranoicos cónclaves y mítines que aparte de no conducir a ninguna
parte hace perder tiempo y espacio en el quehacer cotidiano. Tal vez
a los estudiantes de periodismo les hace falta incorporar al programa
la asignatura de; “Como clasificar, recepcionar y digerir juntas y
velatorios de variados colores” Al menos así los íbamos a
preparar mejor para la vida y para enfrentar los avatares de la
profesión que no por gusto es la mas peligrosa del mundo,. Ese es un
ejemplo.
Según
algunos colegas, la quimera de oro del periodismo quedó detrás, Eso
es relativo. Cada época tiene su halo dorado, Aquel tiempo de correr
tras la noticia y llegar a la redacción con la nota caliente de
primera plana, ya pasó. Tampoco hay más ceniceros repletos de
colillas en cada buró y un termo de café manchando las cuartillas
de papel con el estruendo de la rotativa sacudiendo las paredes.
Aquel
periodismo de capa y espada dio paso al periodismo de quirófano.
Ahora
nuestras redacciones son asépticas y nadie fuma. Tampoco hay café.
Las ediciones del periódico son planificadas y organizadas.
Previstas y anunciadas. La noticia clave pocas veces se toma de la
calle, sino de oficinas climatizadas, y lo peor, en asambleas,
chequeos, seminarios, encuentros y talleres, porque hoy en día lo
mismo se reúne la familia para organizar el velorio del abuelo que
una una plenaria con los trabajadores de la empresa azucarera decide
una zafra. En esencia es lo mismo. Que todos tengan conciencia de
todo. De hacer algo entre todos. Aunque avece he visto que ese camino
conduce a una democrática forma de desorganizar.
Mis
hijas, que a la vez ya tienen hijos, y que nacieron luego de 1960, ni
se imaginan siquiera la posibilidad de sobrevivir sin tener por lo
menos un par de buenas reuniones cada semana. De cualquier tipo y por
cualquier cosa ;en la escuela, las organizaciones políticas y de
masa, en la circunscripción, en la cola del pan, por la llegada del
pescado. Cuando a ellas les relato la historia antigua durante y
luego del Armagedón me miran incrédulas. No es su culpa, también
son de las que piensan que la libreta de abastecimiento ha existido
desde la fundación de la villa.
Hay
un antiguo refrán castellano que dice “Primero ir a misa y luego
almorzar, pero si apura mucho, primero almorzar.” Lo saco a
colación porque hay quienes tienen empotrada en su ADN una enfermiza
inclinación hacia el las juntas y las convocatorias, y aunque saben
que lo importante es el resultado del trabajo, si no se reúnen
primero para decir lo mismo, no se sienten a gusto.
En
particular muchas de estas reuniones por las que he transitado me ha
servido de mucho en mi profesión e incluso podría felicitarme, pues
casi nunca perdí mi tiempo. En verdad, confieso que algunas de mis.
queridas crónicas las escribí mientras sesionaban esas bucólicas
asambleas
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