martes, 12 de abril de 2016

¿Y ahora que comienzan las asambleas de los delegados, le seguimos pidiendo peras al olmo?




Como lo anuncia ya la prensa, estamos ya abocados al segundo proceso de reuniones de rendición de cuentas del Delegado ante sus electores en este XVI periodo de mandato. Debemos reconocer que luego de una azarosa primera etapa de gobierno nos vemos enredamos en está extensa campaña de higiene que ha desgastado muchas horas de ocupación y preocupación, con independencia de lo costoso que nos está resultando la lucha contra las amenazas de Dengue y el Zika.
En numero redondos les diré que solo en el municipio Camagüey. deben asistir a estas reuniones 262 093 electores reunidos en 154 circunscripciones, o sea, alrededor de 85% de la población general del territorio.
 
Como en la practica ni por extensión, densidad de población o problemas una circunscripción no se parece a la otra, aun dentro de un mismo Consejo Popular, priman distintos intereses comunes económicos o sociales, familiares o tradicionales, e incluso culturales y aun religiosos si tenemos en cuenta las aristas de nuestra sociedad.
Es cierto que en oportunidades algunas de estas reuniones pierden el rumbo y ellas se convierten en una interminable demanda por parte de los electores, algunas de las cuales aterrizan en el campo de criterios personales mientras que otros planteamientos son tan etéreos que van a parar al mundo de nunca jamás.
La clave estás en que con los pies en la tierra meditemos cómo resolver los problemas comunitarios porque hasta ahora el síndrome del pichón no ha resuelto ninguno problema como no sea el mal acostumbrarnos a esperar que las cosas nos lleguen desde arriba. Muchas veces esto sucede porque no son pocas las personas que consideran que el Delegado es un mago. O tal vez un empresario o que disfruta de una cuenta económica para resolver problemas cuando le apetece. En realidad, aparte de su buena voluntad, el Delegado lo único que puede tener es el apoyo de su comunidad y de los factores que en el vecindario le ofrezcan, o sea que la participación popular es la clave. 
 En este punto llegamos a un tema que por lo general pasa desapercibido y es que el Delegado no es la persona mas importante de una circunscripción, sino el ciudadano común. El elector que con su voto delegó en una persona su representación ante el Gobierno. Esto es, que son los electores los artífice del buen o mal desarrollo de su circunscripción, sin embargo no siempre existe la necesaria conciencia de la ciudadanía y no pocos se cruzan de brazos en espera de que el Delegado vaya y les resuelva los problemas particulares o comunales. Esa es una posición muy cómoda de mirar los toros desde la barrera y sentados en un quicio murmurar y criticar en vez de ir a ofrecer su ayuda.
Es cierto que todos estamos cansados de lo mismo con lo mismo y que no pocas rendiciones de cuenta nos resultan tan aburridas que preferimos abandonar la reunión, en caso que hayamos ido, para irnos a ver la tele novela de moda. Eso no falla. Entre otras cosas esto se debe a que en oportunidades el Delegado cae en la trampa de convertirse en porta voz de entidades administrativas con respuestas sin respuestas. A partir de ese punto, la figura del Delegado se diluye en justificaciones e incoherencias.
Cuando el Delegado exponga ante las masas el quehacer de esas administraciones y nombre a funcionarios incompetentes y entre todos exijan soluciones ,y cuando a la vez entre todos mediten cómo resolver los problemas del barrio con brazos y recursos de la comunidad , una gran parte de los problemas se abran resuelto y este Delegado dejara de ser ese ente solitario que trota por todas estas calles tras una puerta cerrada, un planteamiento no resuelto y añejado hasta formar parte del patrimonio de la ciudad, un anciano no atendido o un foco no encendido.
El Delegado es una responsabilidad social dada por la comunidad a una persona, pero a partir de allí no podemos desentendernos de el porque a partir de su elección ya se firmo un pacto, de ayuda recíproca y para recibir hay que dar. Al olmo no se le piden peras.

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