lunes, 2 de diciembre de 2019

os unicornios de Nuestro coloquio de la prensa




Acabamos de concluir nuestro coloquio tradicional. Adelante ha tomado el buen habito de realizar cada año un recuento personal de sus venturas y desventuras. Una especie de conteo de protección y actualización de técnicas y saberes.
La jornada nos obliga a la reflexión, ejercicio practico que es ventaja de veteranos por la experiencia y de recién llegados por la novedad. Para los primeros mucho del tiempo pasado nos parece mejor. En realidad mirar detrás es bueno a veces, pero mirar adelante es mucho mejor. Para cada época la vida se hace con luces y sombras. Por supuesto que a las diez de ultima cada cual habla de la feria como le fue en ella. 
 
El periodista es un profesional insatisfecho. No conozco ninguno que no crea que su mejor reportaje está por llegar. Pueden pasar años y a lo sumo lo que llega es la jubilación. Pero sigue persistiendo. Al final; la oportunidad no le llega o no supo aprovecharla. Como las solteronas envejecidas esperando al príncipe azul. También a nosotros muchas veces se nos va el tiempo cazando unicornios. 
 Todos los periodistas en formación creen que alguna vez llegarán corriendo a la redacción con la noticia de ultima hora capaz de ocupar la primera página del diario. Esa historia solo existe en las novelas policíacas y en las películas a lo norteramericano, donde el reportero devela tenebrosas conspiraciones y luego todos son felices. 
La época romántica de las redacciones con ceniceros llenos de colillas y termos de café en todos las mesas de trabajo no existe mas. De cuando las cuartillas para la edición inmediata se entregaban a la media noche y de madrugada se reunían entorno a la rotativa para tener el primer ejemplar húmedo de tinta y luego irse a la tertulia del café de la esquina. Ahora se sabe con una semana de anticipación lo que se va a publicar y eso mató el brillo del periodismo. 
Ahora las redacciones son salas asépticas. Climatizadas. Con horario de burocráticas oficinas. Cuando llegó la planificación se asesinó al periodismo de capa y espada. Por eso es que hay tantos colegas caminando de puntillas sobre pavimento resbaladizo.
Hoy mucho de esto recuerda los espectáculos artísticos, donde el cantante se sumerge entre fuegos de artificio, reflectores y decenas de efectos visuales desviando nuestra atención de la calidad del cantante y de la obra que interpreta. Se deshumaniza la personalidad. Perdemos la realidad del interprete. Al periodistas le sucede lo mismo. Antes nos bastaba un blog de notas y un lápiz. Lo demás lo ponía la profesión y el estilo. Con eso se llenaban decenas de páginas diarias en los periódicos y horas en la radio. Hoy para hacer lo mismo se necesita grabadora, teléfono digital, videos y todos los recursos de las redes sociales. Recursos muchas veces utilizados para satisfacer el ego personal, intercambiar saludos, recetas de cocina y de vez en cuando alguna información que valga la pena. No creo que ese sea el periodismo tecnológico del que se habla, y si lo es, mal parado se encuentra la presencia del redactor .
Con frecuencia recibimos consultas de estudiantes y de otros recién llegados a la profesión. Siempre hay inquietudes ante lo nuevo. Pero al periodista no le queda otra alternativa que salir a batirse en la calle. En nuestra profesión si el aula es lo máximo en la teoría, la calle es la cátedra de la vida. Un periodista puede tener todos los títulos universitarios que quiera, pero si no ha correteado la calle nunca sabrá lo que es la vida.
Un prestigioso colega escribió que la calle era el monstruo moderno. Dijo ademas que frente a ese monstruo donde se empinan o naufragan mezquindades, sacrificios, mentiras, verdades, heroicidades, amores y noblezas se curte el periodista. No hay otra alternativa si se quiere llevar con dignidad una profesión pocas veces retribuida con títulos honoríficos, y si casi siempre con desengaños, sinsabores, pasiones, desvelos y con cientos de lanzas rotas frente a los iguales molinos de viento.
Tuve la suerte de ser alumno de aquel paradigma de los estudiantes de periodismo de una época y por una razón que aun no he desentrañado, nos mostró como la nuestra es la única profesión donde todo el mundo se cree con derecho a meter las manos. Nadie le dice a un ingeniero como levantar un puente o a un cirujano en que forma extraer un riñón, pero de seguro que siempre abundan quienes le dice al periodista como debería escribir las cosas.
Los cubanos podre os tener diferentes criterios sobre uno u otro tema, pero en lo único en que estamos de acuerdo es en opinar sobre pelota, en creer que la isla es de corcho y en tener palanqueado siempre una nota periodística para decirte las cuatro cosas a cualquiera. Como si decir las cuatro cosas a cualquiera fuera tan fácil.

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