jueves, 30 de enero de 2014

¿Y los indocubanos camagüeyanos , cómo hablaban?


Debió navegar 17 422 kilómetros a través de 20 países para tratar de probar que la mayoría de los primeros pobladores cubanos llegaron procedentes de la cuenca de Suramérica en sucesivas migraciones. Aquella fabulosa expedición en canoa del Amazonas al Caribe realizada en 1987 por un equipo de científicos encabezados por el Dr Antonio Núñez Jiménez fue un importante paso en el estudio del poblamiento de Las Antillas y una acción concreta en la unidad latino - americana caribeña.
 De las anotaciones de los cronistas del siglo XV ya se sabía que los pueblos de la región hablaban lenguas aruacas, aunque algunas comunidades preagroalfareras, el más complejo de los grupos de nuestro archipiélago, era asimilado al momento de la conquista por los ceramistas o se habían extinguido. 
 
Es necesario apuntar que los interpretes de Colón trataron de comunicarse con ellos, pero a diferencia de lo acontecido en los contactos con los pobladores de otras regiones de la isla, no pudieron hacerlo ya que su comunidad cultural y lingüística eras diferente respecto de los restantes aborígenes cubanos. Hasta ahora los arqueólogos coinciden en asignar únicamente origen aruaco a los ceramistas que desde Suramérica penetraron en las Antillas. De ahí que el origen de los guanahatabeyes pudiera encontrarse en Centroamérica, concretamente entre Belice y Yucatán, o desde el sur de la Florida. 
 

La etapa precolombina (6000 a.n.e.-1500 de n.e.) se caracterizó por corrientes migratorias que poblaron el archipiélago cubano desde la vecina isla de Haití, por lo que a la llegada de los europeos, a finales del siglo XV, la mayor densidad de población indocubana se hallaba en el centro y oriente del país ocupado por comunidades agricultoras y ceramistas, identificadas en las crónicas españolas con el nombre de taínos con diversos niveles de desarrollo aunque todos procedentes de un solo tronco cultural. 
 
En la región central se encontraban importantes comunidades aborigenes, entre estas Caonao, Guáimaro y Camagüey, así como otros pequeños asentamientos como Cascorro, Banao, Bainoa, Magarabomba y Caracamisa Indican algunos investigadores que el nombre de Camagüey puede tener su origen una la zona de abundantes árboles de Camagüa o de Camagüira, dos especies forestales de madera dura utilizado en construcciones de viviendas y muebles y avecindadas en áreas lacustres. A lo anterior se añade que el prefijo Cam, significa lugar donde hay o lugar abundante en, entonces Camagüebay debe señalar un lugar donde existían estas plantas y era habitado, denominándose entonces Camagüey por encontrarse árboles de Camagüas o Camagüiras. 
 
En Camagüey, como en otras regiones del país, el contacto entre colonizadores e indocubanos generó un proceso de transculturación e intercambio idiomático del que surgió fortalecida la lengua española y que fue la que prevaleció en nuestro archipiélago.
En realidad el aporte de la lengua aborígen al español actualmente hablado en Cuba no es tan importante por la cantidad de vocablos como por la trascendencia de los mismos, ya que hacen alusión a objetos, fenómenos y conceptos propios del entorno cultural y geográfico cubano cosa que ningún vocablo de origen hispánico pudo sustituír. 
 
En un principio, la comunicación entre los españoles y los nativos debió realizarse mediante el lenguaje gestual, pero al convertirse en cotidiano estos contactos en las primeras villas construidas, los españoles, al tratar de describir con su lengua la realidad objetiva del para ellos nuevo mundo circundante, se vieron en la obligación de utilizar diferentes medios para satisfacer esta necesidad de la comunicación en suelo cubano. Por ello, recurrieron a la denominación asociativa, al utilizar palabras de su propia lengua para nombrar aquellas cosas que por su semejanza les recordaban las de su país. Así, llamaron
lagarto” a lo que nuestros aborígenes llamaban caimán o “piña” a la yayama.
 
Por eso no debe sorprendernos que el primer cronista en llamar la atención sobre lo fácil que era aprenderse de memoria los vocablos antillanos fuese Pedro Mártir de Anglería, (1457 – 1526) quien en sus famosas Décadas de orbe novo (1516) explicó lo siguiente: “Colón mandó darse a la vela para volver a España, trayendo consigo diez hombres de aquellos [lucayos], por los cuales se vio que se podía escribir sin dificultad la lengua de todas aquellas islas con nuestras letras latinas. Pues al cielo llaman turei, a la casa boa, al oro cauni, al hombre de bien tayno y todos los demás vocablos los pronuncian no menos claramente que nosotros nuestros legítimos”. 
 
En líneas generales, podemos aseverar que hoy se utilizan en el habla cubana unos 180 aruaquismos insulares relacionados con la flora tales como ácana, ají, yuca, anón , bejuco, bija, caimito y caguaso
 
Los nombres indígenas relacionados con la fauna son unos 103. A modo de ejemplo, mencionamos los siguiente : baiajaca, jutía, biajaiba, majá y bibijagua
 
Los vocablos relacionados con la cultura material indoantillana son más escasos, unos 46, de los que mencionamos: bajareque (construcción sumamente sencilla, hecha de hojas de palma), barbacoa (vivienda lacustre, burén (plato de barro cocido que sirve para elaborar el casabe) y casabe (pan hecho de la harina de la yuca, cocida sobre el burén), chicha (bebida alcohólica hecha de yuca, maíz y boniato),
También heredamos varios nombres relacionados con el entorno: cayo, huracán, manigua, casimba, sabana y seboruco. 
 
De la cultura espiritual indocubana solamente se han conservado tres vocablos, areíto (así llamaban a los cantos y bailes, en los que se recordaban hechos de la vida de la aldea), cemí (nombre de las representaciones de las deidades), y jigüe (deidad fluvial), De la organización tribal se conocen cacique (jefe), behíque (sacerdote y curandero), y nitaíno (nombre de una casta dentro de la organización gentilicio-tribal antillana).
 
 
Por sus características de ser comunidad emplazada tierra adentro en los humedales que formaron los ríos Tínima y Hatibonico, los camagüeyanos originales utilizaban fonemas muy rítmicos como itabo, corojo, cayaya, urabo, mayanabo, tibisial, güira, maraguan, jimirú, guao, guamo, catibía, guaney, guano, catibo y cutajaya para designar por sus caracterícas determinados paisajes geográficos con independencia a los que eran comunes a la lengua taina y de uso en esa cultura. 
 
Por tanto, no es de sorprender que cuando los españoles comenzaron a colonizar las tierras continentales llevaran consigo los conocimientos aprehendidos en la convivencia con los aborígenes de las Antillas Mayores y sus voces, Como muchos de los soldados y colonos asentados en Santa María del Puerto del Príncipe se incorporaron a esas campañas, las voces arahuacas aprendidas aquí las trasladaron y no hubo rincón al que no llegaran los términos taínos que contribuyó, además del español, a formar el caudal idiomático del Caribe contemporáneo. El inca Garcilaso de la Vega (1501 – 1536) se quejaba de que en su obra La Florida del Inca tenía que utilizar voces antillanas en lugar de “algunos vocablos de mi lengua”, para que le entendieran lo que quería expresar.

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